Boletín FAHHO No. 8 (Sep-Oct 2015)

CUATRO GENERACIONES TEJIDOS DE SANTA MARÍA PEÑOLES

Hector Meneses

Así como el lenguaje se aprehende desde la infancia al escuchar a quienes están a nuestro alrededor, el tejido también es un lenguaje que suele desarrollarse al interior de la familia. Tejer, como el habla, requiere práctica, interacción y dedicación. Sin embargo, para sobresalir en el tejido, así como en el uso del idioma, el punto fundamental es la voluntad.

María Teodora Santiago Ramírez, originaria de Santa María Peñoles, aprendió a tejer contra viento y marea. Su madre no le pidió que se sentara frente al telar de cintura, pero la niña María deseaba hacerlo. Insistió tanto en que le enseñaran a tejer, que no solamente llegó a manejar con maestría el telar, sino que también aprendió a cardar, limpiar e hilar la lana para luego tejer sus cobijas y sarapes.

Con el transcurrir de los años, doña Teodora se mudó a la ciudad de Oaxaca y empezó a dedicarse a otros trabajos, por lo que tuvo que hacer una pausa en su labor frente al telar. Tiempo después, al acompañar a su nuera a entregar unos lienzos, conoció a Remigio Mestas, personaje fundamental en el desarrollo del arte textil de Oaxaca. Remigio animó a Doña Teodora a que tejiera un lienzo y se lo mostrara. En ese momento, el conocimiento que ella adquirió en su niñez estaba ligeramente velado por el tiempo. Sin embargo, con un poco de paciencia y esmero, el aprendizaje que recibió en su infancia volvió a fluir en su mente, en su corazón y en sus dedos para tejer rombos y zigzags en técnica de sarga.

A sugerencia de Remigio, María Teodora comenzó a emplear hilos de algodón en vez de lana. Fue entonces que doña Teodora comenzó a insistir a sus hijas que aprendieran a tejer con algodón, como ella. Quizá esa insistencia fue un reflejo de su pasión por el tejido, pues el telar es un alimento para ella: “Cuando no trabajo, no estoy tranquila (…) siempre hay algo que hacer (…) y así me duermo tranquila y al día siguiente, otra vez a trabajar”. María Teodora no solamente logró transmitir esta devoción a sus cuatro hijas, quienes al principio se resistieron a trabajar con algodón. Ahora, las siguientes dos generaciones también están involucradas.

Bisabuela e hijas se rodean de nietas, nietos y una bisnieta, con los hilos de algodón danzando de un telar a otro. La habilidad, el talento y el gusto por el tejido corre por la sangre de esta familia, pues las palabras y el sentir de doña Teodora cobran nueva fuerza en Adela, una de las tejedoras más jóvenes, con 14 años de edad. Adela aprendió a tejer a los nueve años, pero como lo hiciera su abuela cuando niña, tuvo que pedirle a su madre, Rosalía, que le enseñara a utilizar el telar en numerosas ocasiones. Adela cuenta que no querían enseñarle porque era muy chiquita y el telar, muy pesado, “pero yo le insistí”, comenta, y así logró tejer su primer rebocito en color verde y amarillo, el cual formó parte de la exposición Telares que retoñan-Artistas jóvenes del textil, presentada en el MTO en el año 2012. Hoy, tres años después, Adela, Rosalía, doña Teodora y el resto de la familia se unen para presentar el legado de una bisabuela en las Salas Capitulares del Centro Cultural San Pablo. Agradecemos a la familia, así como a Remigio Mestas, por compartirnos esta experiencia que nos hace valorar la tenacidad que distingue a las grandes artistas.

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