Con alma de copal y color: la talla en madera de San Martín Tilcajete

En el ámbito del arte popular en Oaxaca, con raíces tanto indígenas como hispánicas, la talla en madera es una de las tradiciones artesanales más antiguas y reconocidas. En las comunidades zapotecas actuales, específicamente en San Martín Tilcajete, el auge de esta labor se remonta a la segunda mitad del siglo XX, cuando los talladores empezaron a experimentar con la creación de figuras zoomorfas fantásticas y coloridas. Más allá de sus paralelismos con los alebrijes de cartonería creados por Pedro de Linares en la Ciudad de México, la historia de la talla en madera en Oaxaca es aquella proveniente del copal como materia prima, la que combina la destreza y la imaginación de los creadores con los motivos de la cosmovisión zapoteca y usa colores vibrantes en decoraciones con diseños minuciosos y contrastantes, pero siempre armónicos. Se trata también de las historias particulares y familiares, las de los talleres y conocimientos que se han transmitido de generación en generación hasta alcanzar fama internacional.
Cada figura nace del árbol de copal, de la selección de ramas jóvenes y troncos medianos, cuya suavidad y aroma guardan la bella promesa de convertirse en algo más. Las propias formas naturales del árbol son capaces de despertar la imaginación del tallador para seccionar y comenzar a dar forma con machete y cuchillo, y poco a poco, entre astillas y rebajes, va surgiendo el contorno de un animal fantástico o de un ser híbrido o de un nahual protector. Como si necesitara un respiro, la madera se deja reposar de 3 a 15 días antes de continuar su transformación. Después, con navajas y gubias, el creador pule los detalles revelando alas, colas, orejas, colmillos, movimientos y gestos escapados de un sueño. Tras haber sido sometida a un proceso de lijado, la figura se sumerge en gasolina para matar cualquier bicho que pudiera dañarla. Cuando la pieza está lista se cubre con una base blanca, como un lienzo en espera de los colores, entonces comienza la fiesta: líneas finas y puntos diminutos pintados con paciencia infinita tapizan la superficie para evocar símbolos y texturas.
Si detrás de cada pieza hay un proceso casi ritual, es gracias a las manos que lo llevan a cabo. San Martín Tilcajete ha visto nacer a grandes talladores de madera, entre los cuales ha destacado el maestro Margarito Melchor. Nació en 1950 y se formó como tallador con Isidoro Cruz Hernández, cuando la talla se centraba en la elaboración de juguetes. En 1970 el joven Margarito inició un camino dificultoso, pues se aventuró en la talla de piezas distintas: campesinos, nacimientos, coyotes y gatos. Estos últimos marcaron su estilo personal: la forma en que lleva los gestos y actitudes de los felinos domésticos a la madera revela una profunda sensibilidad. La incomprensión de la innovación les trajo a los talladores el sobrenombre de “moneros”, un término despectivo para designar a quienes no ejercían las actividades productivas de una comunidad dedicada especialmente a la agricultura, la ganadería y la albañilería.
Con mucha dedicación y pasión, don Margarito pasó de elaborar juguetes y “monitos” a crear piezas con un fuerte carácter onírico, inventivo, narrativo y lúdico, marcadas con su sello personal: una decoración hiper minuciosa basada en el uso de puntos que casi nos hacen tocar la piel de sus ensoñaciones. Su fuente es la tradición oral zapoteca y la vida cotidiana que, a veces, es traspuesta por el jugueteo de un gato. El ingenio del maestro Melchor ha sido premiado en diversas ocasiones en el ámbito local, nacional e internacional, de manera que pudo conocer los Estados Unidos y vincularse con figuras e instituciones importantes. Entre muchos otros logros, podemos señalar que una de sus piezas ocupa la portada de un libro; su vida como tallador fue narrada bajo el título Margarito´s carvings (1996); además, ha sido portavoz del folclor y el arte popular en el Chicago Children’s Museum. Margarito Melchor recuerda con especial cariño, agradecimiento y orgullo el apoyo del maestro Francisco Toledo a los artistas de la talla en madera, entre ellos él mismo, por medio del taller “Creación de marionetas” (2011). En 2024 la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca reconoció su trayectoria como tallador y su contribución al resguardo del legado y patrimonio cultural tangible e intangible de Oaxaca, y en 2025 apoyó su distinción como “Caballero águila”.
El maestro Margarito reconoce su trayectoria como un esfuerzo familiar. En San Martín Tilcajete la familia se convierte en escuela y sostén, de modo que cada pieza tallada no solo habla del ingenio individual de un creador, sino también de un tejido colectivo que sostiene la tradición y la renueva generación tras generación.

De la familia Melchor, también se desprende la figura del maestro Juventino Melchor Ángeles, quien inició su camino cuando tenía 15 años de edad de la mano de su tío, el señor Coindo Melchor, a quien reconoce como uno de los iniciadores de la tradición en la que abrevan los talladores actuales. Lo que comenzó como un pasatiempo durante los días en que iba pastorear el ganado, se formalizó en 1986, cuando decidió dedicarse de lleno a la talla en madera. Con un imaginario poblado por la tradición musical y festiva de su pueblo, así como por las caricaturas animadas protagonizadas por animales antropomorfos, Juventino Melchor innovó a partir de la talla de músicos —especialmente agrupados en marimbas o bandas—, a los cuales ha dado en llamar “músicos nahuales” debido a que surgen de la combinación de un cuerpo humano con cabeza de animal, ejecutando algún instrumento musical. Y es precisamente ese imaginario musical el que ha caracterizado su trabajo. Sin embargo, sus intereses también se han desplegado mediante la creación de diablitos, calacas, conejos con zanahorias, gacelas y jirafas. Se trata de piezas y temas que han perfilado la originalidad de su obra.
Para Juventino Melchor la tradición local juega un papel determinante en su trabajo creativo, del mismo modo en que lo hace la cultura visual y popular mediática, específicamente las caricaturas. Las bandas de viento constituyen una expresión cultural viva de San Martín Tilcajete: la banda de música encabeza toda expresión festiva tradicional y, en ese sentido, representa a la comunidad.
Pese a que el maestro Juventino remarca la capacidad de crear algo propio y diferente de lo ya existente como una característica de la creatividad, reconoce que en su proceso imaginativo también influyen de manera importante los deseos y las ideas de los comitentes. Sin embargo, como él mismo señala, cada encargo siempre ha de llevar la impronta de su autor, una parte de su alma y corazón. Para Melchor Ángeles es ahí donde radica la originalidad: en la capacidad de hacer única e irrepetible cada obra, y esto constituye también el valor cultural que tiene la talla en madera realizada en San Martín Tilcajete. A partir de la innovación y la diferencia dentro de una tradición y comunidad de talladores, la originalidad aviva la tradición; dinamiza el patrimonio cultural; amplía el repertorio visual y simbólico de una sociedad; otorga prestigio y valor museístico y económico.
Para demarcar la originalidad de las creaciones de los talladores de San Martín Tilcajete, don Juventino opta por el uso del término “figura de madera tallada” frente al de “alebrije”, cuya técnica consiste en la cartonería con papel maché. Asimismo, invita a los artesanos oaxaqueños a practicar una creación innovadora que le permita al arte popular fluir conforme al tiempo que le corresponde vivir a cada artífice.

Hoy, las figuras talladas en San Martín Tilcajete recorren el mundo como embajadoras de una tradición que es al mismo tiempo un gesto personal y colectivo: reúne la memoria de la comunidad, la mirada personal del artesano y la fuerza de un patrimonio vivo. En ese diálogo, Andares del Arte Popular intenta preservar y celebrar la talla en madera como un reflejo de identidad, creatividad y continuidad cultural, así como una forma digna de sostener la vida.