Boletín FAHHO No. 30 (May-Jun 2019)

CASA GUIETIQUI, CASA PARA LA CULTURA ZAPOTECA

Ana Rodríguez

Estambres púrpuras surgirán del patio de una de las casas céntricas de Santo Domingo Tehuantepec. De diciembre a mayo es la temporada de florecimiento del guietiqui, uno de los árboles nativos de la zona, árbol que inspira el nombre y esencia de la “Casa Guietiqui”, hogar de la cultura y la tradición, tan legendarias como las raíces que se abren espacio para tocar la luz que entra al patio, en sus ramas y en los guie’ chaachis que candorosamente ocultan sus delgados troncos, creyéndose encarnar así un solo árbol de flores amarillas, rosadas y blancas, que son las que liberan al sofocado sol resistente a irse de la casa, desde que ésta fue despojada de su techo de biliguana y morillos.

La Casa Guietiqui fue una de las casas opulentas del lugar, así lo delata su privilegiada ubicación: inmediata por la calle Guerrero a los límites que tuvo el conjunto religioso de Santo Domingo, y por la avenida Hidalgo en la que se acerca al templo de San Sebastián, el cual remata la avenida y atribuye su nombre al barrio al que casa, templo y conjunto pertenecen; la demasía también se conserva en los espesos muros de adobe de la casa, pese a que la cubierta de morillos y biliguana actualmente ya no exista, o a que la casa contigua con la que fue una sola (en otros tiempos) haya sido indiscriminadamente demolida; en efecto, un día, gran parte de la manzana fue ocupada por una gran casa, sin embargo, de la parte ahora inexistente solo subyace un pequeño vestigio y fotos que dan muestra de la prolongación de la cornisa escalonada donde descansaba el alero de canecillos y biliguanas. Actualmente, en la fachada de la Casa Guietiqui prevalece la cornisa ya sin el alero tradicional y el resto de las cubiertas que fueron modificadas probablemente en el año de 1974 por el Gobierno de la República a través de la Secretaría de Obras Públicas (según lo que se lee en la placa del pórtico de acceso), poniendo en su lugar un sistema de viguería y losa de concreto reforzado, bajo el que la casa fue ocupada por el Instituto de Protección a la Infancia.

La devastación de los sismos de septiembre de 2017 también se hizo notar en el predio, los muros de adobe estaban fracturados y desplomados por efecto de la carga aplastante de la cubierta, como la esquina por la calle Guerrero y la avenida Hidalgo, que dejaba ver el interior de la casa por el colapso parcial del muro; una parte significativa de los aplanados se había desprendido, quedando expuestas maquinales consolidaciones en las que el bloc de concreto se sobreponía a las piezas de adobe, o los vanos de acceso e iluminación que yacían desmoronados al carecer de las jambas de ladrillo o de los cerramientos con dinteles de madera que debió tener de acuerdo al sistema constructivo, esto por mencionar sólo algunas de las afectaciones más graves.

En el año 2018, con el financiamiento de la FAHHO se hizo posible la restauración de la casa, se realizaron trabajos preventivos, análisis estructurales, el proyecto y el inicio de la intervención. Al interior la casa estaba sostenida por la madera, y de acuerdo al análisis estructural y de reforzamiento se encuentra por debajo de los requerimientos mínimos de seguridad, lo cual impide que una vez restaurada pueda continuar abriendo sus puertas para el uso que tuvo hasta el mediodía del jueves 7 de septiembre, como Centro de Desarrollo Infantil “Margarita Maza de Juárez”.

La Casa Guietiqui se identifica por un azul frugal que abraza la esquina en una composición de vanos de luz intercedida por herrerías de roleos. La diversidad cultural se extiende a través de un pórtico de acceso y en los dinteles de madera tropical encalada que se abren de cada lado del pórtico. A la espera de recorrer los tramos de las salas a un solo andar, sus pisos y los de las salas son de losetas de cemento rojo con fragmentos de granito que fueron recuperados; la luz entra vastamente por los balcones que dan a la calle y se encuentra con la que atraviesa palpando los pilares y los corredores que bordean el patio, arteria central de la casa. Ahí se revela con más fuerza la esencia del entorno, de la cultura y de la arquitectura a través de árboles de naturaleza legendaria ligados a la tierra cocida y moldeada para colmar la necesidad e inspiración del hombre. El barro cocido se vierte en el patio en frescos ladrillos y tejas rojas. En torno a los árboles, una composición de tejas borda un arriate de flores acompañando a quienes prolongan en hilos y flores las prácticas legendarias de la cultura zapoteca.

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