Boletín FAHHO No. 5 (Mar-Abr 2015)

CANDELARIA RAMÍREZ TEJEDORA DE VIENTO Y LUZ

Héctor Meneses

Entre las tierras bajas de Chiapas se encuentra un poblado cuyo nombre actual, Venustiano Carranza, ha perdido por completo la lírica de su apelativo de antaño: San Bartolomé de los Llanos. En medio de un paraje tropical, entre calles laberínticas que suben y bajan, se ha desarrollado una rica tradición de tejidos de algodón elaborados en telar de cintura.

Históricamente, estos textiles se han caracterizado por una finura extraordinaria, de tal suerte que las telas que nacen de las manos de las mujeres de este pueblo tzotzil son como un suave soplo sobre la piel. Ana Luisa Mendoza Ramírez, una joven de hablar pausado y risueño, nos da la bienvenida y nos muestra el camino para llegar a su casa, donde habríamos de conocer a su madre: Candelaria Eloísa Ramírez. Candelaria es una tejedora excepcional, cálida en su trato y generosa con el tiempo que nos dedica. Flanqueada por sus hijas, Ana Luisa y Guadalupe, nos platica de cuando aprendió a tejer, cuando apenas contaba con ocho años de edad. Su madre fue su instructora y, entre juegos, aprendió a tejer rebozos, camisas y blusas de matrimonio, así como calzones y fajas para hombre. Además del manejo del telar, Candelaria nos cuenta cómo observaba a su mamá preparar el hilo de petet: algodón hilado a mano en el malacate. El malacate, herramienta de origen prehispánico, recibe el nombre de petet y así, comparte su nombre con el hilo que nace de él. Actualmente, Candelaria y sus hijas son las únicas que saben hilar con malacate, por lo que su trabajo es sumamente apreciado por las demás tejedoras del lugar, así como por mujeres y hombres de otras partes de México y el extranjero que llegan a conocerla y a maravillarse de su trabajo.

Candelaria ha mostrado a sus hijas el valor del trabajo y la independencia que pueden lograr a partir de su actividad en el telar. Al escucharla, confirmamos que la inspiración se enamora de las almas trabajadoras, dedicadas y talentosas. La jornada de Candelaria comienza desde antes de que salga el sol, momentos que dedica al hogar y a los alimentos para luego, bajo la luz del día, sentarse frente al telar y dejar que sus dedos dancen entre los hilos. Al caer la noche, prefiere quedarse en su casa en vez de salir al parque o con las vecinas. En compañía de sus hijas, escuchando música o viendo un poco de televisión, Candelaria sigue trabajando el hilo de petet. Aunque ya no se trata de algodón hilado a mano, madre e hijas emplean los malacates para separar una hilaza de algodón en dos hilos extremadamente finos. Para esta tarea, cada una de ellas pone a trabajar no solamente los dedos de sus manos, también los de sus pies. En palabras de Candelaria: “Yo me entretengo al hacer este trabajo”.

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