Boletín FAHHO No. 29 (Mar-Abr 2019)

BIBLIOTECA LAS ALELUYAS DE LA BIBLIOTECA ANDRÉS HENESTROSA

Paola Ambrosio Lázaro

La Biblioteca Andrés Henestrosa, entre su interesante y valioso acervo, resguarda una colección de pliegos sueltos conocidos como aucas o aleluyas que pocas bibliotecas mexicanas tienen. Estas hojas de tamaño doble folio y papel colorido llegan a medir 40 x 30 cm, contienen entre 48 y 24 viñetas, con pequeños versos o estrofas. Su intención de origen fue lúdica, aunque después se enfocaron en lo didáctico. Trataban asuntos históricos, morales, relatos literarios o simplemente nociones elementales de cultura como las corridas de toros, los personajes tipo de algún lugar, los oficios o el abecedario. La técnica utilizada para imprimirlas en un principio fue la xilografía, pero tiempo después se utilizó la litografía. Algunas veces las imágenes fueron monocromáticas y otras, iluminadas a color.

Las 33 aleluyas que pertenecen a esta biblioteca oaxaqueña fueron traídas muy probablemente de Barcelona como parte de la producción editorial de Manuel Maucci Battistini. Este editor de origen italiano logró colocarse en el mercado hispanoamericano desde 1872, con tanto éxito que dos décadas después estableció un fuerte centro productor de libros en Barcelona. Sus publicaciones se distribuyeron en México, Cuba, Argentina, España y Filipinas. Gracias a sus novedosas y atractivas portadas, así como a la constante inserción de imágenes, vendió una buena cantidad de pliegos sueltos, folletería y libros. Sus sobrinos-cuñados Alejandro y Carlo Maucci formaron la sociedad Maucci Hermanos en México, en el año de 1892, siendo editores, libreros, y distribuidores, en un inicio, de las publicaciones que Manuel imprimía en España. Quizá la obra de este emporio más difundida para el público mexicano de aquella época fue La Biblioteca del Niño Mexicano, con fascículos ilustrados por José Guadalupe Posada, escritos por Heriberto Frías, editados por los hermanos Alejandro y Carlo e impresos por Manuel. Helia Bonilla y Marie Lecouvey han encontrado que los Maucci establecieron una fuerte red de importación de publicaciones para México. Pese a sus distancias y problemas familiares, los hermanos distribuyeron ediciones realizadas en Barcelona por Manuel, de tal forma que la explicación que lleva cada aleluya en el pie de imprenta (“Depósito de aleluyas y romances: Librería de Maucci Hermanos”) es muestra de esta dinámica de impresores. Es decir, Alejandro y Carlo, que habían formado la sociedad Maucci Hermanos, tuvieron a la venta esta clase de pliegos surtida por Manuel desde España. 

En relación con el origen de las aleluyas, sabemos que surgieron hacia el siglo XVI y que gozaron de un apogeo durante el siglo XIX. Emanaban tanto de lo religioso como de lo mágico. En Barcelona se conocen como aucas y se han considerado parientes cercanas del juego de la oca, en el que el ave aparecía como mensajera entre el mundo de los vivos y el de los dioses.

En las primeras aleluyas que se conocen aparecía este ser mágico, y de ahí que se refuerce esta idea y se retome el nombre de auca. Por otra parte, en el resto de España y durante las festividades del Corpus Christi, unos pliegos de papel que llevaban impresa la palabra ‘aleluya’ eran regados en las procesiones. La realidad es que estos pliegos de cordel fueron vendidos en las ferias y en la calle para entretener y/o educar a chicos y a grandes. Su desarrollo y auge estuvo relacionado con los novedosos procesos de estampación de la industria impresora en España, Francia, Alemania, Inglaterra e Italia a partir del siglo XIX. Tuvieron un público asiduo debido a su bajo costo, a su manera de narrar y a sus atractivas imágenes. Los temas que exponían se retomaban de la literatura culta, de la popular y de la tradición oral. Nos contaban historias de Francia, Valencia, los Países Bajos, España, Inglaterra, y llegaron a un amplio sector de la población. Encontramos que hubo una transformación en su estructura visual y narrativa al entrar el siglo XIX, dado el cambio de mentalidad de la propia infancia, la enseñanza y la lectura. Es notorio que al paso de este siglo se incorporaron, se adaptaron y se ilustraron cuentos y relatos. Esto, por supuesto, no hizo que los temas antiguos fueran eliminados, más bien, aumentó la gama de posibilidades.

Debemos reconocer la importancia de las aleluyas desde su función de educación para un sector amplio de la población, en su mayoría analfabeto, que pudo complementar una deficiente lectura al memorizar los versos y al seguir las imágenes. Las aleluyas se adelantaron en tiempo al cómic, recurriendo a la memoria, al juego, a la lectura, a lo visual y a la imaginación.

Gracias a la atinada selección de Andrés Henestrosa, hoy podemos hacer una investigación más profunda acerca de estas hojas, adentrarnos a la cultura visual y escrita de un México que se fue.

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