Boletín FAHHO No. 30 (May-Jun 2019)

ARTE EN EL ESTADIO

Fernando Lobo

En las sociedades contemporáneas, los estadios son el centro esencial de congregación de las multitudes. Las colectividades que ahí se concentran son una expresión de lo que somos todos. En ese sentido, estos recintos son una gigantesca expresión de nuestras culturas. Apuesto a que don Alfredo Harp Helú fue muy consciente de esto al concebir la idea de un gran estadio de beisbol que estuviera, literalmente, cercado por el arte.

En efecto, toda la reja perimetral que circunda el nuevo estadio de los Diablos Rojos es una obra creada por el maestro Francisco Toledo. Las pelotas que ahí se plasmaron en largas láminas de acero transmiten la sensación de movimiento de una bola curva. Al atravesar la explanada se encuentra una escultura de Sergio Hernández custodiando las puertas del vestíbulo: un diablo beisbolista, un cátcher con máscara, arreos y guante. La imagen está pensada para funcionar como talismán, el “muñeco”, en jerga beisbolera, que está ahí para que los fanáticos lo toquen por cábala antes de cada partido.

Desde la arquitectura misma del edificio, el arte se contempla en los espacios como parte integral del todo. En el tercer piso del vestíbulo, los murales de Demián Flores, Amador Montes, José Luis García y Sergio Hernández son un paso obligado para el público. Cada uno de estos artistas conservó su estilo personalísimo, bajo la condición de seguir la temática evidente. En la parte superior del mural de García se lee una de las frases emblemáticas de Harp Helú: “Vivir y morir jugando beisbol”. En el pasillo de salida de los vestidores hacia el campo, se instalaron unos rótulos de luces neón en colores vivos, con algunos de los enunciados que han formado la historia de los Diablos: “Bienvenidos a la antesala del infierno”, o la que exclamó el cronista Basilio “Brujo” Rosell para bautizar al equipo en 1942, tras una remontada legendaria: “Estos rojos juegan como diablos”. En el palco principal se encuentra una pieza de Sabino Guisu: una serie de bats finamente tallados y coloreados con grecas estilo Mitla.

A cada paso, el estadio de los Diablos Rojos del México propone puntos de intersección entre el deporte y las artes plásticas. Tiene mucho sentido. Finalmente, una atrapada imposible en el jardín izquierdo, un pitcheo impecable, un doble play espectacular, un cuadrangular que se pierde en el horizonte, toda gran jugada es una obra de arte.

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