ÁRBOLES QUE FLORECEN
Con la introducción de la máquina de coser en la segunda mitad del siglo XIX, y el auge en la disponibilidad de manta industrial e hilos mercerizados, algunas comunidades indígenas abandonaron, parcial o totalmente, el telar de cintura. La mecanización de la indumentaria fue más notable en sus huipiles, blusas y camisas para hombres, mientras que prendas como enredos y gabanes continuaron elaborándose en el telar de cintura. Estas innovaciones representan un paso más en la globalización de la herencia textil de cada comunidad. Desde el inicio de la civilización mesoamericana, el arte estuvo ligado al intercambio de productos en el mercado, pero en el siglo pasado hubo una explosión en la disponibilidad de productos globales en zonas rurales (por ejemplo, plásticos, cemento, celulares, etc.). A su vez, esta apropiación de productos mercantiles representa una dependencia cada vez menor en las materias primas, tintes naturales, productos y técnicas de producción ancestrales.
En cuanto a la presencia de la máquina de coser en Oaxaca, un agente de ventas de Singer reportó una venta de 410 máquinas en 1888, durante un periodo de 18 meses y un inventario de 350 máquinas adicionales (Beatty, 2015), a pesar de que el Estado no contaba con la presencia fija de un agente de ventas y la comunicación entre Oaxaca y las oficinas centrales en México podía tomar meses en 1887 (de la Cruz-Fernández, 2013). En algunas piezas de Yalálag, el Istmo y Huautla de Jiménez, ingresadas a Francia entre 1890-1892 (actualmente resguardadas en el Museo del Quai Branly), ya se aprecian costuras hechas a máquina (Hector Meneses, comunicación personal). Esto significa que algunas comunidades rápidamente adquirieron máquinas de coser, probablemente por medio de contratos de alquiler (Beatty 2015 y de la Cruz-Fernández, 2013) y las aprovecharon para elaborar la costura de su indumentaria.
Actualmente, el uso de la máquina para la realización de bordados ha alcanzado una gran diversidad de estilos. Desde el punto de vista tradicionalista, estos cambios, y las prendas que resultan, representan un arte textil “menos auténtico” que conlleva la connotación de ser “menos indígena” y “con menos unicidad”. Materias primas que antes se podían cultivar en los patios de las casas o que se compraban o intercambiaban en los mercados locales de una comunidad vecina, se convirtieron en productos procesados y comprados siguiendo una larga cadena de distribución y compraventa que desvinculaba el origen de la manufactura final. Aunque el mismo proceso de sustitución ocurrió con los hilos de la mayoría de las prendas tejidas en el telar de cintura durante el siglo XX en toda Mesoamérica. El hecho de incorporar una máquina en el proceso de producción (hoy en día —en ciertos casos— máquinas programadas con computadoras), pareciera disminuir el “aura” del arte textil mesoamericano, para retomar un concepto de Walter Benjamin. Gracias a la facilidad para la adquisición de hilos y telas industriales y a partir de la eficiencia que brinda la máquina de coser, los tiempos de producción bajaron, provocando una depreciación en los precios de las prendas. En ciertos casos, este factor ayudó a abrir mercados externos y a competir en ellos, particularmente en el mercado turístico, lo que a su vez contribuyó a borrar la línea entre objeto etnográfico de la indumentaria indígena y mercancía. Es interesante reflexionar que en ninguna de estas piezas es posible saber con certeza el origen de las materias primas empleadas (tal como ocurre con cualquier camisa comercial que se encuentra actualmente en las tiendas departamentales). Al no ser una técnica de manufactura tradicionalmente asociada al contexto local/regional y aunado a la creciente visibilidad de los textiles mesoamericanos en los mercados internacionales, así como a la apropiación de materiales y técnicas disponibles globalmente, estas prendas se vuelven sumamente susceptibles de ser plagiadas, como le sucedió a la blusa de Tlahuitoltepec en los años 2009, 2014 y 2016.
La máquina de coser reta nuestros conceptos dogmáticos y anticuados en torno a las características y la naturaleza del arte textil indígena, como la incorporación de cualquier novedad tecnológica en las artes (pintura fotografía, concierto-mp3, teatro-cine, etc.). Sin embargo, no hay que relegar estas culturas dinámicas a meras expresiones anacrónicas. Pensamos que las piezas que mostramos en esta exposición son ejemplos de la rica diversidad de las culturas indígenas: culturas modernas e indudablemente auténticas y que reflejan la continuidad natural de su realidad local. Al mismo tiempo, estas prendas también son ejemplos limítrofes dado que, aunque adoptan un proceso mecánico, siguen siendo piezas únicas. Es decir, no son infinitamente reproducibles por medio de procesos técnicos, puesto que cada una requiere de una mano de obra individual. Aun así, esta muestra nos hace preguntarnos: ¿qué pasará con estas herencias y propiedades intelectuales colectivas cuando pasen totalmente a procesos industriales o, inclusive, digitales? Hay diversos ejemplos en el mundo que nos indican que este proceso no es uniforme ni lineal, desde la impresión masiva de diseños istmeños sobre lonas de plástico al creciente canon de cine de arte elaborado por y para pueblos indígenas, o bien, el arte callejero indígena. En términos de las artes textiles indígenas habrá comunidades que buscarán conservar sus viejas y nuevas expresiones al abrigo de los modos de producción locales/regionales. Habrá comunidades que seguirán produciendo textiles dentro de los lineamientos de su herencia, pero apropiándose de las herramientas y materiales que presenta la globalización, y habrá comunidades que se lancen totalmente hacia las tecnologías más actualizadas para crear su arte textil en una plétora de formas y medios. Todas son expresiones válidas, independientemente de las tecnologías y materias primas que empleen, de que sean únicas o eternamente reproducibles. El “aura” del arte textil indígena siempre será algo que nos seguirá sorprendiendo con su adaptabilidad e inagotable creatividad.