Anecdotario ferroviario. El Ferrocarril Mexicano del Sur en Oaxaca*
El Parián
Puerto terrestre hacia la Mixteca y la Costa, generador de comercio y bienestar. Presentaba cadenas comerciales creadas por las familias Muro y Cué, donde había un intercambio de productos elaborados por producción agrícola y ganadera, lo que era el actor principal del servicio ferroviario del Mexicano del Sur.
Hablando de lo postal y el ferrocarril, El Parían era un lugar de mucho interés, porque era de esos pueblos de la Mixteca en los que las cartas y la correspondencia eran un tequio obligado que manejaban las autoridades. Para los pueblos donde no había telégrafo era más fácil trasladarse a El Parián, donde sí había. Así, estas líneas de ferrocarril tenían una sección para el público, y cobraban tres pesos por el telegrama de diez palabras.
Huitzo
Fue la población que aportó la mayor cantidad de trabajadores al ferrocarril. En los años cincuenta, estos trabajadores se presentaban en campamentos a los que el ferrocarril daba vivienda, entonces, las esposas de esas personas se quedaban en sus casas mientras el trabajador se iba el domingo en la noche, y regresaba el sábado sábado en la tarde.
Todos los días, esas mujeres iban al paso del tren a dejar unos tenates. Ahí echaban los alimentos envueltos en servilletas de tela, en tarritos de vidrio y los hacían llegar al tren aventando los tenates enteros a los vagones abiertos, ya que el tren no se paraba porque no era una estación, sino que estaba entre una y otra. Como los alimentos iban en envases de vidrio, la mayor parte de esas cosas se rompían. A la hora de la comida los trabajadores se juntaban y hacían fuego con la misma leña de los durmientes para calentar los alimentos y los compartían todos… Desde luego esas son vivencias.
Cuicatlán
Cuicatlán, por ejemplo, es un lugar de la cañada oaxaqueña que tiene dos cosas fundamentales: su clima y su agua, porque tiene agua en abundancia. Hay un río que sale de Ixtlán, de esa zona de la Sierra Norte, y ya en las montañas pasa por Cuicatlán y se une, unos kilómetros antes, con el río que se genera en Santiago Tenango. Entonces, el distrito de Cuicatlán es pródigo, es pródiga la naturaleza, ahí se producía muchísima fruta, inclusive, se exportaba a Estados Unidos. Su economía era muy sana: en los tianguis de los domingos casi todos los pueblos circunvecinos, de unos treinta kilómetros a la redonda, se reunían en Cuicatlán, como en El Parián, a vender sus productos originarios y a comprar mercancías elaboradas para el diario vivir, eso les daba una importancia fenomenal a pueblos como Cuicatlán.
Zaachila
Zaachila era parte de uno de los tianguis que se formó a raíz de la llegada del ferrocarril: este circuito incluía Etla, que era los viernes; Oaxaca, los sábados; los martes, Zimatlán; los jueves, Zaachila y los viernes, Ocotlán. Entonces, las personas de los pueblos cercanos acudían a esos tianguis semanales, llevando sus productos: elote, queso, quesillo, chicharrón, bueno, en fin, todo lo sabroso, y lo ponían a vender. La venta era de productor a comprador, además de que los precios eran muy bajos y aquella gente del entorno comercial a donde iban, compraban algunas cosas para su diario vivir.
Después, esas personas comenzaron a brincar la cerca, por ejemplo: había un tren mixto, llegaba el tren aquí y había señoras, con grandes canastos y cajas, que se bajaban del tren que venía de Ocotlán y se subían al tren que iba para México. Una se bajaba en Tehuacán, otra en Puebla, otra en México y ahí llegaban con lo mismo: carne enchilada, asiento, tlayudas, mezcal… Iban y lo vendían en esos lugares. Ya de regreso, traían ropa, alguna cosa, productos elaborados; pero te estoy hablando de unas cien señoras, cien, ciento cincuenta personas que viajaban en el tren en plan comercial, pero eso saneaba la economía.
Tlacolula
Costaba $1.50 el pasaje de ida a Tlacolula y era para el viajante del tren comercial. Había un letrero que decía: “Sólo 25 kilos de equipaje”, pero cada paisano metía 100, 150 kilos. Llevaban unas canastas grandes de carrizo, ahí llevaban todo lo que se produjera, todavía no eran tan populares las cajas de huevo, pero había cajas de madera; un bote que contenía dos botes de alcohol y estos venían en otras cajas de madera. En el totomoxtle metían dos huevos y lo amarraban con una palmita, se acomodaban en una caja vacía y así se embarcaba a Tehuacán, Puebla, México… de aquí para fuera.
*Extracto de la primera parte de una serie de relatos sobre el ferrocarril en Oaxaca, contado por los protagonistas que recorrieron el camino de hierro en nuestro estado. Realizado con información proporcionada por el antiguo jefe de estación, Miguel Ángel Ortega Mata.