Más allá del juego de pelota
Jugar con el corazón, así es como lo hace un verdadero Diablo.
Resulta imposible pensar que la grandeza de una pasión de ochenta años se limite a recuerdos y récords sobre el diamante; afortunadamente, durante los últimos veinticuatro años los Diablos Rojos del México nos hemos convertido en algo más que ciento ocho costuras.
Y es que el beisbol nos ha dado la oportunidad de dejar huella en miles de personas a través de un programa social, pionero en su tipo, en el que cada carrera anotada, cada home run y cada juego ganado durante las temporadas, abonan una cantidad monetaria para beneficiar a instituciones de asistencia privada de la CDMX y la Zona Metropolitana gracias al apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú.
Sismos, inundaciones, un último deseo, alimentación, protección, adopción de mascotas, plantaciones, luchas contra el cáncer o personas con capacidades diferentes, cualquiera que sea la causa es una oportunidad para contribuir de alguna manera. Y para lograrlo siempre estarán nuestros Diablos, las Diablitas, Roccy y Rocco, y la Nación Escarlata, la más noble afición que siempre está dispuesta a participar, gracias a ellos podemos lograr más de lo que imaginamos.
No solo cambia la vida para los beneficiados, la verdad es que nos deja más a aquellos quienes participamos sumándonos a esas causas, especialmente a nuestros jugadores, que visitan las instituciones, reciben visitas en el estadio o que envían un mensaje de aliento a quien atraviesa una situación difícil, pues en estas oportunidades se encuentran con la vida misma, esa que puede cambiar de un momento a otro, esa que a veces no se elige y que nos hace ver su propia fragilidad y lo difícil que resulta para algunas personas. Cuando un Diablo hace algo por los demás, y es testigo del cambio que genera en muchas personas, se transforma. Es así como sabemos que el dar nos deja más que el recibir.
Así nos gusta jugar, siendo el ejemplo, dejando huella en personas que a veces no saben de nosotros ni nosotros de ellas, pero así es el ayudar, dar sin cuestionar, es casi como el beisbol que no distingue raza, género, edad, color o nacionalidad.
Sin duda alguna seguiremos nutriendo este gran corazón que late más fuerte cuando de ayudar se trata, porque no hay nada que detenga a un Diablo en esta misión de ir más allá de un juego de beisbol.