Luces y sombras: encuentros y sintonías
A mediados de los años 70 trabajaba en el Departamento de Bibliotecas de la Universidad Benito Juárez. Acudí a la Penitenciaría de Ixcotel respondiendo al llamado de unos muchachos que se encontraban “internos”, por usar un término que, tras su eufemismo, esconde la situación y la vida de las prisiones.
Nombrar significa exorcisar contra el olvido: Pedro Gutiérrez Reyes, Jorge Sánchez Wilburg y José Antonio San Román eran parte de este grupo que deseaba realizar una tarea social para ayudar a sus compañeros. Aunque nunca había pisado una cárcel, no hice preguntas ni juicios de valor; la miseria y sordidez del lugar me sacudieron tanto como la juventud de los muchachos y su entusiasmo. Eso fue motivo suficiente para decidir apoyarlos. Planeamos, con la autorización del director del penal, trabajar para fundar una biblioteca en el interior. Pedí libros a mis amigos, toqué puertas, hablé con el Profesor Ventura López. Comentando la evolución del proyecto con mi amiga Beatriz Natera, llamada cariñosamente “La Chatita”, a la sazón bibliotecaria en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad, un día me espetó: “Te voy a presentar a un muchacho que te puede ayudar”: Francisco Toledo me recibió en su casa, me regaló libros primero y después dinero para comprarlos, dando origen a una relación y muchos otros proyectos.
La biblioteca finalmente estuvo lista, con su colección de buenos libros en una estantería de madera y hasta un fichero para el catálogo, construidos ahí mismo por los internos. Tiempo después cambiaron al director por un militar retirado que me pedía le “adornara su oficina con libros o enciclopedias” y decidí que era momento de retirarme.
Cuarenta años después, e invitado por Saúl López Velarde, me presenté nuevamente a conocer el estado de la biblioteca y, atendido gentilmente por el director del penal, conocí el Taller de Grabado Siqueiros, único en el país. Aprovechamos para plantearle la posibilidad de cambiar la biblioteca a un lugar más amplio dentro del penal y actualizar y enriquecer su colección de libros. Hay trabajo por hacer y puertas que tocar.
César Chávez es un artista plástico que, habiendo recalado en Ixcotel, emprendió en 2017 la fundación de un taller de grabado con la ayuda de amigos y artistas plásticos y con el apoyo decidido del señor José Jarquín, director del CERESO de Ixcotel. Jason Pfohl, artesano y diseñador, prestó su tórculo y herramientas necesarias para iniciar los trabajos, con el apoyo también del colectivo Asaro, Espacio Zapata, Cooperativa Gráfica, Nidia Rojas, Gabinete Gráfico, Fernanda Pan, Yeska, entre otros, se organiza el primer taller de esténcil. Llegan artistas como Ivonne Kennedy, Dr. Lakra, Carlos Franco, León Arrazola, Aler, Miss Veneno, Saúl López Velarde, para respaldarlo desinteresadamente. El primer trabajo colectivo fue una carpeta con una lotería.
Francisco Toledo lee una nota sobre esta actividad en El Imparcial y desea conocer el taller. Envía a su hija Sara y a Daniel Brena. Dona papel, tintas y gubias, y convierten la lotería en un juego de mesa con el propósito de enviarla en donación a todos los penales del país.
Paralelamente han creado una biblioteca con libros de arte, nombrada “El Vagabundo de las Estrellas”, con libros donados por Jason Pfohl, Francisco Toledo, Ivonne Kennedy, Alonso Aguilar, Federico Valdez, Juan Manuel Servín, Antonio Calera Grobet, IAGO y CASA, entre otros.
Por acuerdo entre los internos, se ha establecido una dinámica de trabajo que consiste en que las obras realizadas individualmente y que son vendidas, son para beneficio de sus autores, y el producto de la venta de las que se realizan en colaboración es a beneficio del taller. Con la venta de la lotería y el apoyo económico de mk kabrito, Gatorno, Antoine D’Agata y Tania Bohórquez han podido finalmente comprar su propio tórculo y las herramientas necesarias.
Luz y sombra: autorretratos de Ixcotel, muestra los grabados realizados por internos de dicho penal que representa, de algún modo, el reencuentro con un proyecto personal que inicié hace muchos años y que ahora camina paralelo a otros proyectos y la intervención también de otras personas. Monotipos, puntasecas, dibujos a lápiz, grabado con MDF, cajas de luz, botellas sandblasteadas en caja de espejos, libros encuadernados en piel y tatuados, madera y vidrio fusionado, poblaron los pasillos de la Biblioteca Henestrosa durante noviembre y diciembre.