Boletín FAHHO No. 34 (Ene-Feb 2020)

Charros cantores en Cinema Petate

David Karminski

Durante la década de los treintas, Estados Unidos enfrenta aún las consecuencias de la depresión económica. En Europa y Asia, las políticas bélicas y nacionalistas incrementan día a día la amenaza de un conflicto armado a gran escala. En México, Lázaro Cárdenas asume la presidencia en 1934 por medio de elecciones y, tras varios enfrentamientos políticos, logra oponerse al poder de Plutarco Elías Calles, el famoso Jefe Máximo que ejerció el poder durante varios sexenios desde las sombras, gracias a gobiernos marioneta. El país enfrenta una crisis económica y, a pesar de la victoria de Cárdenas sobre Calles, la población arrastra consigo una sensación de inestabilidad social derivada de una revolución que pareciera inacabada. Un conflicto violento, agotador y confuso para la población, que lucha por encontrarle sentido a los eventos acontecidos. Las grandes urbes acrecientan la brecha con la vida del campo. El país se encuentra inmerso en los alocados treintas. Heterogéneo y confuso, los contrastes se manifiestan entre el desarrollo industrial de las grandes urbes, que día a día se vuelven más cosmopolitas, y el campo mexicano que está rezagado y olvidado. 

Es en este contexto de pesadumbre social que, en 1936, Fernando de Fuentes, el famoso director cinematográfico, estrena en salas Allá en el Rancho Grande, interpretada por Tito Guízar y Esther Fernández, convirtiéndose inmediatamente en un éxito de taquilla nacional e internacional, ya que llega a gran cantidad de países hispanohablantes. Contraria a las producciones anteriores de Fuentes, como Vámonos con Pancho Villa, El Compadre Mendoza o El prisionero 13, cuyas complejas tramas son explícitamente críticas al periodo revolucionario y los héroes institucionales, Allá en el Rancho Grande nos presenta una clásica y simple historia de amor enmarcada por un México rural idílico y folclórico. 

El gran Tito Guízar interpreta al caporal José Francisco, y con él nace el símbolo nacional del charro cantor. Un personaje viril que trabaja el campo, apuesto, valiente y gallardo. Un macho que, a pesar de su fortaleza, no dudará en hacer uso del cantar para externar sus verdaderas emociones, ya sea acompañado de una guitarra, un trío o un mariachi. Sin saberlo, Fuentes da nacimiento a la comedia o melodrama ranchero, un género que estructuró la fórmula del éxito taquillero y sentó las bases del cine de oro mexicano. Pero aún más importante: estructuró un universo visual y sonoro, fértil a las necesidades identitarias y culturales de un país en remodelación. 

En el universo creado por Fuentes, enredos amorosos y heroicos suceden en las provincias campiranas y tradicionales de México. Productivas haciendas y hermosos poblados llenos de flores y calles empedradas son el escenario de comunidades romantizadas y simpáticas confusiones. De cantinas donde se resuelven los conflictos y se ahogan las penas, de balcones idóneos para llevar serenata y fiestas donde la música, el baile y el tequila no pueden faltar. Un México en el que el bien triunfa sobre del mal, el amor prevalece, y por un pequeño instante, el espectador puede soñar con un lugar más simple, divertido y lleno de vida. 

Así que, limpia tu sombrero, arregla tu sarape y alista la guitarra, porque durante la siguiente temporada 2020 de Cinema Petate, San Pablo rinde tributo a los melodramas rancheros y a los actores que forjaron el género, proyectando seis icónicas películas. Disfruta la actuación de tres de los actores más reconocidos del cine mexicano: Jorge Negrete, María Félix y Pedro Infante, y rinde con ello un homenaje al cine mexicano de esa época.

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