Un higo en el corazón de Oaxaca
Su tronco era inmenso y su copa cobijaba a los paseantes de la plaza más hermosa de la ciudad. Así era aquel laurel. Se dice que, junto con otros árboles del zócalo, fue sembrado hace más de cien años. Ahí estaba, anclado a una jardinera, testigo de los globeros, las ardillas y de los niños que corrían por el lugar; también de los marchistas y los enamorados; de los boleros y los artesanos. El árbol arrullaba con el canto de las tórtolas, los mariachis y la música de la marimba. Aquella era una de las esquinas preferidas por las personas que, por las noches, solían reunirse para bailar, a la vista de los turistas y paseantes que se animaban a compartir su danza habanera, cobijados bajo la copa del espectacular laurel.
El pobre árbol resistió, además de la contaminación, el ruido, los discursos con micrófonos malsonantes y el descuido humano. Hambriento de cielos y valles, el árbol permanecía anclado a la acera urbana, crecía feliz mirando al horizonte, sus copas eran tan altas que miraban por encima de los tejados de las casas de Oaxaca, hasta que, una noche de lluvia, el pasado 15 de septiembre de 2020, cayó sin piedad sobre el Portal de las Flores.
Muchos habitantes de la ciudad lo lloraron, como lo hacen cada vez que cae un árbol, solo que este era muy antiguo y estaba en un lugar especial. No volveríamos a ver nunca más aquel laurel. Su hueco quedaría en nuestro corazón, pero había que sustituirlo para no dejar su ausencia en aquel lugar que tanto alegra a quienes paseamos por el zócalo de Oaxaca. Fue por ello que la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca decidió participar en la reposición de un hermoso ejemplar para embellecer, aún más, su preciosa ciudad.
Los biólogos y expertos opinaron que era importante restituirlo con una especie que tuviera presencia en los ecosistemas de los Valles Centrales de Oaxaca. Nos recomendaron un Ficus crocata, higo o amate negro. Pero, antes que nada, había que sanar la tierra infectada, llena de hongos y residuos, de la jardinera, así como hacerle un buen drenaje para evitar la inundación, en caso de lluvia abundante. La Coordinación de Medio Ambiente de la FAHHO retiró cuatro camiones de volteo llenos de sustrato contaminado. Noches después, la jardinera volvió a llenarse de sustrato sano, dos toneladas de abono, lombricomposta y un molido de minerales para enriquecer la tierra. El saneamiento del espacio contaminado por fungicidas había terminado, ahora habría que buscar el árbol sustituto.
La brigada de la FAHHO visitó algunas de las comunidades con las que mantiene una alianza a favor del medio ambiente. Algunas de ellas, sabiendo que el árbol sería para el zócalo de Oaxaca, ofrecieron ejemplares, como La Raya, San Bartolo Coyotepec, Santa Catarina Minas y, finalmente, en San Pedro Apóstol, Ocotlán, las autoridades propusieron un hermoso ejemplar del Paraje del Higo Mocho, en los terrenos de un particular, que lo había sembrado y cuidado durante ocho años. Por supuesto, la Fundación se comprometió a sustituir ese y otro higo más en la Unidad Deportiva de San Pedro Apóstol.
Fue difícil desprenderse del árbol que con tanto cariño habían cuidado, pero los propietarios, y la comunidad, estuvieron de acuerdo porque dijeron: “Ahora, San Pedro Apóstol tendrá una raíz que crece en el corazón de Oaxaca”.
Fue emocionante que otras personas quisieran unirse a esta iniciativa. Así, los habitantes de la población, los muchachos de RootStudio y la brigada de la FAHHO hicieron un banqueo alrededor del árbol que les permitiera formar el cepellón, desinfectar y estimular las raíces para evitar su estrés. La idea era subir el árbol a una grúa de trece toneladas que se encargaría de trasladarlo a la ciudad. No se pudo, así que se requirió una máquina de veinte toneladas que levantó los 14 000 kilos del árbol para recostarlo sobre la plataforma. Aquel trabajo llevó varios días y noches de esfuerzo. El majestuoso ejemplar salió del paraje con los últimos rayos del sol, sobre una enorme plataforma metálica que serpenteó los angostos caminos de terracería.
Por su parte, los pobladores de San Pedro Apóstol esperaban su paso por las calles. Nunca habían visto una enorme grúa cargando un higo de más de 15 metros de alto, así que se sumaron a las maniobras para que el arrastre concluyera sin algún poste de luz derribado. Con puntales, levantaron los cables más cercanos al árbol, incluso los de alta tensión, pero hubo un punto en el que la grúa paró totalmente. Hubo que esperar a que un electricista “bajara las cuchillas del pueblo para que el árbol pudiera salir a oscuras”, cerca de las once de la noche.
Esto sucedió frente a la mirada sorprendida de niños y niñas que acompañaron al árbol, algunos montados en sus bicicletas y triciclos, mientras los mayores tomaban fotos y grababan el trayecto con sus celulares. El higo del valle logró tomar la carretera en dirección a la ciudad de Oaxaca en los últimos minutos de aquella inolvidable noche.
Al paso de la media noche, la grúa y el higo cruzaron por San Bartolo Coyotepec, donde fueron detenidos por agentes de la Policía Federal de Caminos, quienes cedieron el paso después de corroborar el permiso que la FAHHO había solicitado a la Guardia Nacional, estación Oaxaca, y a la consulta hecha a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de México para el traslado del árbol. A la altura del aeropuerto, esperaban cuatro motocicletas de la Policía Municipal, quienes escoltaron la grúa hasta el zócalo en la capital del estado.
El arribo a la ciudad fue cerca de las tres de la mañana y, después de muchas maniobras, que duraron más de seis horas, los brigadistas lograron estabilizar el higo mientras que los habitantes despertaron sorprendidos con el nuevo árbol, la madrugada del jueves 24 de septiembre de 2020.
Es verdad, el trabajo pesado había terminado, pero el nuevo higo del zócalo de Oaxaca necesitará el cuidado y la protección de las autoridades y, por supuesto, también de la ciudadanía. Los expertos nos han advertido que, en un par de meses, el árbol comenzará a tirar sus hojas, como una reacción natural al estrés que provocó su traslado. Sin embargo, confiamos que, después de varios meses, se podrá apreciar en todo su esplendor para que las próximas generaciones sean testigos de su crecimiento y que su sombra nos cobije como los laureles de la India que lo acompañan.
La FAHHO se compromete a que, durante este tiempo, el ejemplar esté bajo la observación permanente de especialistas y bajo la asesoría de los expertos de la Asociación Mexicana de Arboricultura y de la Universidad Autónoma de Chapingo, quienes, además, brindarán un plan de manejo integral a las autoridades competentes de los árboles de Oaxaca, que permita salvar los laureles del zócalo y la Alameda que tanto amamos.
Pronto, con la ayuda de las autoridades y la sociedad civil, esta hermosa higuera pintará de verde el paisaje urbano de Oaxaca; sentiremos su cobijo bajo la sombra y procuraremos que las próximas generaciones lo cuiden y aprendan de la higuera, como lo dice un poema zen, a meditar en el invierno para florecer en la primavera, dar frutos en verano y despojarse de lo superfluo en el otoño.
CÉDULA
Alejandro de Ávila Blomberg (Jardín Etnobotánico de Oaxaca)
Nombre común en Oaxaca: Higo, amate prieto
Nombre común en otras zonas de México: Chalate, higuerón, saiba, zalate, ziranda
Nombre científico: Ficus crocata, de la familia MORACEAE
Distribución: Desde Sonora y Tamaulipas, en el norte de México, hasta Bolivia y Brasil. En México, su rango altitudinal va de los 300 a 2 000 msnm, pero es más frecuente entre los 700 y 1600 msnm; crece a la orilla de ríos y arroyos en bosques tropicales secos, encinares y matorrales xerófitos, principalmente.
Usos tradicionales: El fruto es comestible, si bien es insípido y seco, sirve como alimento de hambruna. Se usa como árbol de sombra y su madera se aprovecha como leña y para hacer postes de cercos. En Michoacán hay registros del uso medicinal de la savia de este árbol combinada con otras plantas como remedio para el paludismo.
Descripción: Árbol que con frecuencia inicia su crecimiento como epífito parcial (que vive sobre otra planta, pero no se alimenta de esta), pero en ocasiones es rupícola (crece en las rocas); mide de 4 a 30 m de alto; presenta contrafuertes bien definidos, con raíces aéreas; la corteza es lisa, de color gris a café castaño. Es característico de esta especie su exudado, que es abundante en las ramas juveniles, al inicio es blanco pero se vuelve rosado al oxidarse. Las hojas (por lo general de 10 a 13 cm de largo y de 6 a 7 cm de ancho) son de forma elíptica oblonga, con la base cuneada o redondeada, y el ápice obtuso a redondeado; el haz de la hoja es glabro (sin pelos), de color verde oscuro, liso y lustroso; el envés de la hoja es glabro a pulverulento (polvoriento), de color verde pálido, áspero o liso y opaco; la inflorescencia e infrutescencia, llamada sicono, mide por lo general 1.5 cm de largo y de ancho, y es de forma globosa, de textura pulverulenta, de color verde.
Experiencias de manejo como árbol urbano en Oaxaca: En el Jardín Etnobotánico de Oaxaca se han logrado tasas de crecimiento de aproximadamente 1 m anual al plantarlo en el sustrato original del predio (similar al del centro de la ciudad en su composición mineral), fertilizándolo durante el mes de enero con Agriform (tabletas de liberación lenta de diversos macro y micronutrientes), determinando la dosis según las dimensiones del ejemplar, seguido de una aplicación, en el mes de febrero, de Bayfolan forte (fertilizante foliar).
La plaga que se ha presentado en el JEBOax, principalmente, es la chicharrita, que se controla con aplicaciones de productos biológicos: Bioneem, Biocanela, diatomeas y quitina.
El árbol responde bien a las podas y esta especie se ha propagado con éxito en Oaxaca, tanto de manera vegetativa (por estacas) como sexual (germinación de semillas después del tratamiento recomendado para diversas especies de Ficus).