Sobre el origen de la palabra tlayuda-clayuda
–Dame una con todo.
–¿Con tasajo?
–Sí, con tasajo.
En la ciudad de Oaxaca, casi todos tenemos un lugar favorito para comer tlayudas, o como generalmente se pronuncia aquí, clayudas. En muchos de estos lugares, generalmente los mejores, uno se sienta en una silla de plástico, mientras el olor a humo impregna el aire nocturno y el viento de un enérgico soplador alienta el fuego en el anafre para tostar la gran tortilla doblada. Pero, ¿de dónde viene el nombre de este antojo, cuyo hogar son los Valles Centrales de Oaxaca y el Istmo de Tehuantepec? Actualmente, el asunto volvió a la discusión pública después de que cierto programa de televisión en línea declaró este manjar como la mejor comida callejera de América Latina.
Tlayuda (o clayuda) es una sustantivación del adjetivo tlayudo (o clayudo), que significa hoy ‘fuerte, correoso, resistente’. La (tortilla) tlayuda/clayuda, por lo tanto, contrasta con la (tortilla) blandita y la (tortilla) tostada.1 Así, el escritor oaxaqueño José María Bradomín (seudónimo de Guillermo Villa Castañeda), en su libro Oaxaca en la tradición, describe a un “aguador”, ya bien entrado en años, pero erguido y tlayudo, como todos los viejos de su época” (1960: 143). Un año antes, la autora María Lombardo de Caso, hermana de Vicente Lombardo Toledano y esposa del famoso arqueólogo Alfonso Caso, escribió en su novela Una luz en la otra orilla (1959: 39) un diálogo en el que uno de los personajes pregunta: “—¿Le pasa algo a Daniel? No me vaya a decir que está malo porque no se lo voy a creer. Ése es más tlayudo que la más jaleada de mis mulas”.2
El primer testimonio de la palabra que hemos podido localizar aparece en la novela costumbrista El cielo de Oaxaca, de Arturo Fenochio Rosas, quien nació en la ciudad de Oaxaca en 1854. En el capítulo cinco del libro, uno de los personajes comenta: “…le voy á dar unas tortillas que me dieron en una casa de por las Nieves… Aquí están las tortillas, algo tlayudas; pero no le hace” (p. 64). El evento narrado tiene lugar en la ciudad de Oaxaca y el autor coloca la palabra en cursiva para indicar que es una expresión local. Es de notar que la palabra tlayuda todavía no se usa como platillo, sino como adjetivo para calificar las tortillas. La novela no tiene fecha, pero se publicó en la década de 1890, ya que fue en estos años cuando el editor Benjamín Lara estaba imprimiendo en Puebla. En las Monografías bibliográficas mexicanas (1925, vol. 2-3), aparece la fecha de 1890 para la impresión de la novela.3
Aunque este primer testimonio aparece en la ciudad de Oaxaca, la palabra, escrita tlayuda tanto como clayuda, aparece en Tehuantepec en la década de 1920. En 1926, Eulogio R. Valdivieso publicó una breve descripción de una historia que su padre le había contado sobre Todos Santos en Tehuantepec, en la que menciona “la sabrosa clayuda (especie de tortilla que, después de cocerse por un lado en el comal, se quita y se recarga en una cantimplora, para que se cueza el otro por las llamas)” (1926: 51). En su relato de la rebelión delahuertista (1923-1924), el general Donato Bravo Izquierdo, de Coxcatlán, Puebla, describe la comida que brindó al general Otilio Jiménez Madrigal y su contingente cuando llegaron al Istmo: “Alojado lo mayor posible este contingente, le obsequié lo que de acuerdo con las circunstancias que prevalecían entre nosotros, podía llamarse un espléndido banquete, y que fue una sencilla ‘barbacoa’ con las indispensables ‘tlayudas’ (tortillas de maíz llamadas así por esta gente)”. Aunque esto se publicó en 1948, el uso de la palabra se atribuye a la gente del Istmo cuando estaba allí (Bravo Izquierdo, 1948: 83).
Como muestran estos testimonios, la palabra se documenta por primera vez en la ciudad de Oaxaca, pero poco después también en el Istmo. También muestran que tanto la forma tl– como la forma cl– se registran bastante temprano. Mientras que Fenochio y Bravo Izquierdo proporcionan pruebas de la forma “tlayuda” en el siglo XIX y principios de la década de 1920, Valdivieso publica “clayuda” en 1926. Ambas formas continúan en textos posteriores. Después del infame terremoto del 14 de enero de 1931, que dejó a Oaxaca en ruinas, la ciudad trató de recuperarse echando mano de dos eventos trascendentales: el descubrimiento de la Tumba 7 en Monte Albán, en enero de 1932, y el Homenaje Racial de abril del mismo año. En la promoción turística que surgió alrededor de estos eventos, se comenzó a canonizar lo que vendría a ser la “cocina oaxaqueña típica”. Por lo mismo, en 1933, podemos leer en El Mundo Gráfico (p. 464), en su número dedicado a Oaxaca, en el aparta- do “La Cocina Oaxaqueña” –después de la enumeración de los moles para personas con recursos–: “Las personas más pobres pueden deleitarse tomando una tlayuda (tortilla grande, de manufactura especial) recalentada y cubierta con ‘asiento’ […] y rociada con salsa picante de tomate o de chile pasilla”. Notamos aquí también el cambió del original sentido peyorativo de la palabra a una connotación positiva en el contexto urbano. Años después, junto con el uso ya mencionado de Bradomín y Lombardo de “tlayudo”, en 1959 y 1960, Jorge Tamayo se refiere a “tortillas generalmente grandes y secas llamadas clayudas”, en su libro escolar de 1950, Geografía de Oaxaca (1950: 64). En el mismo año, el economista-antropólogo Moisés T. de la Peña (1950: 131), cuando escribió sobre la Mixteca, mencionó la tortilla “siempre ‘tlayuda’ (¿clayuda?), gracias a un cocimiento […] excesivo del nixtamal, con lo que la […] tortilla adquiere la consistencia de la correa y es un martirio mascarla para quien no está habituado o no dispone de una dentadura a prueba para moler piedras. Parece que la finalidad es la de que la tortilla dure semanas y no se rompa al llevarla a la labor o al camino”. Es interesante ver que la duda sobre las formas tl– y cl– ya existía hace 70 años. Hoy en día, se considera que clayuda es más auténtica y representativa de la pronunciación oaxaqueña —fue con esta pronunciación que la lingüista Beatriz Garza Cuarón registró la palabra en su libro, El español hablado en la ciudad de Oaxaca, (1987: 92)—, sin embargo, históricamente, debe entenderse que tlayuda y clayuda han sido formas variantes contemporáneas de la misma palabra durante los últimos cien años.
Esta variación se explica como parte del proceso regular de adopción fonológica de palabras con tl-, casi siempre de origen nahuatl, a la fonotáctica del español, no solo en Oaxaca. Por ejemplo, las palabras tlachique (aguamiel), chahuistle, apastle, tlacoyo e ixtludo se pronuncian también clachi- que, chahuiscle, apascle, clacoyo e ixcludo. La pronunciación clayuda refleja este tipo de adaptación fonológica de tlayuda.
Actualmente no hay consenso en cuan- to a la etimología de tlayuda/clayuda. Algunos, favoreciendo la forma tl-, ven su origen en alguna derivación de la palabra nahuatl “tlaolli”, que significa ‘granos de maíz’. Otros, prefiriendo la forma cl-, han buscado su origen en la palabra española “cal”. En este artículo, nos gustaría sugerir otra posible etimología que, creemos, explica mejor la semántica y la forma de la palabra.
En muchas partes de México y América Central existe la palabra tayudo o (menos frecuente) talludo, con un significado idéntico a ‘tlayudo’ o ‘clayudo’ en Oaxaca. Por ejemplo, en el libro Lenguaje popular de Jalisco (Brambila Pelayo, 1957), bajo talluda se dice: “Aplícase a la masa de maíz difícil de tortearse a consecuencia de estar empedernido el nixtamal por causa de su mal cocimiento. Lo mismo se dice de las tortillas apelmazadas”. En Centroamérica, la palabra tayudo se aplica a alimentos que son difíciles de comer, un árbol difícil de cortar o arcilla que es difícil de trabajar. Así, en el Manual del lenguaje criollo de Centro y Sudamérica (Bayo, 1931), tayudo/a se define como “Duro; difícil de masticar, de cortar o de torcer” y en el segundo volumen de la Semántica guatemalense, o Diccionario de guatemaltequísmos (Sandoval, 1942), tayudo/a “aplícase a las cosas que son o se ponen duras y, a la vez, elásticas: ‘esta carne está muy tayuda’”. En Hondureñismos (Membreño, 1897) se escribió “talludo”, lo que se definió como “Coriáceo. […] El árbol que sin ser duro cuesta dividirse no obstante los hachazos del labrador, es talludo; así como lo es el deudor de plazo vencido á quien el acreedor insta constantemente á que cumpla con su obligación, y no verifica teniendo medios y hasta voluntad del pagar”. Más recientemente, en el libro Alfarería lenca contemporánea de Honduras (Foletti-Castegnaro, 1989), la palabra “tayudo” se describe como “Difícil de amasar, rebelde en la elaboración [de alfarería]”. Finalmente, en el Diccionario campesino hondureño (Bentley, 2001) se aplica a las “tortillas viejas que son tan duras y que cuesta masticarlas y comerlas”. Por lo anterior, es muy probable que tlayudo en Oaxaca sea una pronunciación local de tayudo o talludo, palabra con una amplia distribución fuera del estado.
Esta misma palabra, talludo, en España se refiere a alguien o algo crecido. Parece entonces que el adjetivo talludo-tayudo, que en última instancia deriva del “tallo” con el sufijo adjetivador -udo (cf. peludo, barbudo, tompiatudo), experimentó un cambio metonímico en el español americano en el que ‘crecido’ se cambió a ‘resistente’. Tlayudo/clayudo es, entonces, la forma oaxaqueña de esta palabra.
Sigue siendo un misterio por qué talludo/tayudo cambió su consonante inicial t- a tl- en Oaxaca. Puede haber sido que esta palabra, tal vez sentida como algo arcaica o rural, fuera considerada erróneamente un mexicanismo y sufrió una retroformación al cambiar la t- inicial a tl-, en imitación de la africada característica del náhuatl. Los oaxaqueños aparentemente no estaban solos en la búsqueda de una etimología para esta palabra en un idioma indígena. En 1894, casi contemporáneo con el uso de la palabra por parte de Fenochio, el autor guatemalteco Santiago I. Barberena incluyó “Tayudo” entre sus “quicheísmos” (es decir, palabras cuyo étima se puede encontrar en el idioma k’iche’):
En resumen, según la interpretación aquí presentada, el origen de la palabra tlayuda/ clayuda se puede encontrar en el adjetivo español “talludo”, que en México y Centroamérica adquirió el significado de ‘resistente, fuerte, correoso’. Uno de sus usos prototípicos fue para describir ciertas tortillas. Ya en la década de 1890, el adjetivo se había transformado en tlayudo/a en la ciudad de Oaxaca y fue atestiguado poco después en el Istmo de Tehuantepec. Para la década de 1920, el adjetivo se había nominalizado (“la tlayuda”) para referirse a un tipo de tortilla y aparece por primera vez la pronunciación con el cl– inicial. Esperamos que una investigación futura pueda proporcionar evidencia sobre la fuente del cambio de t– a tl-.
Agradecimientos
Agradecemos a Aurelio Asiain por habernos señalado, por redes sociales, el artículo de Valdivieso. También agradecemos a Jorge Velasco Baltazar, de la Biblioteca Henestrosa, por facilitar la consulta de algunas fuentes de ese acervo, y a Kevin Terraciano por revisar algunas referencias en línea. Finalmente, agradecemos a Rosa María Rojas Torres el habernos señalado la semejanza entre “tayudo” en San Andrés Tuxtla, y “clayudo” en Oaxaca, lo que abrió el camino para este breve texto.
Notas
(1) Este contraste entre blanditas y clayudas ya fue señalado por Ana María Guzmán de Vásquez Colmenares, en su libro Tradiciones Gastronómicas Oaxaqueñas, de 1982, a quien algunos, sin fundamento, atribuyen la introducción de la variante tlayuda.
(2) Curiosamente, se supone que la historia contada tuvo lugar en Teziutlán, Sierra de Puebla, donde ella nació. Nos resulta imposible en este momento saber si la palabra tlayudo se usaba allí o si fue una palabra que la autora “adoptó” a raíz de sus largas estancias en Oaxaca en las décadas de 1930 y 1940.
(3) Esta fecha coincide con la solicitud del derecho de autor publicada en la Recopilacion de leyes, decretos y providencias de los poderes legislativo y ejecutivo de la union: Desde que se estableció en la ciudad de México el Supremo Gobierno, volumen 56, de 1892: “[…] ante vd. declaro en cumplimiento del art. 1, 234 del Código Civil, que habiendo compuesto y hecho imprimir á mi costa una novela titulada “El Cielo de Oaxaca,” me reservo el derecho de propiedad literaria que me corresponde como autor de dicha obra”.
Referencias
Barberena, Santiago I. (1894). Quicheísmos. Contribución al estudio del folklore americano. San Salvador: Tipografía La Luz.
Bayo, Ciro. (1931). Manual del lenguaje criollo de Centro y Sudamérica. Madrid: Rafael Caro Raggio. Bentley, Jeffery W. (2001).
Diccionario campesino hondureño. Ceiba, vol. 42(2):79-157.
Bradomín, José María [Guillermo Villa Castañeda]. (1960). Oaxaca en la tradición. México: sin Editorial.
Brambila Pelayo, Alberto M. (1957). Lenguaje popular en Jalisco. Guadalajara: Editorial Brambila.
Bravo Izquierdo, Donato. (1948). Lealtad militar (campaña en el estado de Chiapas e Istmo de Tehuantepec 1923-1924). México: sin editorial.
Fenochio, Arturo. sf [circa 1890]. El cielo de Oaxaca. Novela de costumbres. Puebla: Benjamín Lara.
Foletti-Castegnaro, Alessandra. (1989). Alfarería lenca contemporánea de Honduras. [Tegucigalpa]: Editorial Guaymuras.
Garza Cuarón, Beatriz. (1987). El español hablado en la ciudad de Oaxaca, México. Caracterización fonética y léxica. México: El Colegio de México.
Lombardo de Caso, María. (1959). Una luz en la otra orilla. México: Fondo de Cultura Económica.
Membreño, Alberto. (1982). Hondureñismos. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. (Primera edición de 1897).
Monografías bibliográficas mexicanas. (1925). México: Secretaría de Relaciones Exteriores. (vol. 2-3)
Peña, Moisés T. de la. (1950). Problemas sociales y económicos de las Mixtecas. México: Instituto Nacional Indigenista.
Recopilacion de leyes, decretos y providencias de los poderes legislativo y ejecutivo de la unión: Desde que se estableció en la ciudad de México el Supremo Gobierno. (1892). México: Imprenta del Gobierno. (vol. 56).
Sandoval, Lisandro. (1942). Semántica guate-malense, o Diccionario de guatemaltequismos, (vol. 2). Guatemala: Tipografía Nacional.
Tamayo, Jorge L. (1950). Geografía de Oaxaca. México: Eds. El Nacional.
Valdivieso, Eulogio R. (1926). “Leyenda de la venida de los Muertos en Todos Santos, en Tehuantepec, Istmo”. Mexican Folkways, vol. 2 (no. 9): 48-53.