Boletín FAHHO No. 36 (May-Jun 2020)

#BOCADILLOSDEACANTILADO

Efraín Velasco

Bajo el título de Cuadernos del Acantilado, la editorial española Acantilado ha publicado una colección de libros de bolsillo que resultan deliciosos bocadillos para los lectores. Podemos encontrar piezas que van desde compilados de artículos (como Las rosas, de Eça de Queirós, publicado en fascículos en la Gazeta de Notícias de Río de Janeiro en 1893); extractos de obras mayores (Miguel Ángel Bounarroti, florentino, recogido de Le vite de’ più eccellenti pittori, scultori e architettori, del pintor y arquitecto italiano Giorgio Vasari, publicado en 1550); hasta piezas contemporáneas como las del barcelonés Rafael Argullol, el nobel húngaro Imre Kertész o el multifacético Sławomir Mrożek. Todas piezas cortas de literatura escogidas para un deleite de sobremesa.

La vida para principiantes de Sławomir Mrożek
En “La rutina”, uno de los 39 relatos que conforman La vida para principiantes, el autor polaco Sławomir Mrożek narra la monótona tarde de trabajo de un cuerpo de bomberos: “apagar incendios y salvar a las personas que quieren suicidarse”. Un trabajo tan frecuente que el capitán ya se conoce de memoria el papel que debe representar. Entiende a su público. Sabe que su completa satisfacción depende del timing. Deja que se junte gente bajo el edificio, espera a que lleguen los periodistas y los que venden la confitería, acomoda con cadencia la escalera, la sube poco a poco. ¿Y las preguntas…? ¡Ahhh… las preguntas! debe hacerlas en un orden estricto e implacable, su efecto progresivo se ha estudiado en cada detalle con la finalidad de establecer el momento perfecto para el rescate. Así, todas las tardes se ejecuta de manera quirúrgica esta puesta en escena, salvo que un día al capitán se le haya olvidado ponerse su ropa interior térmica y tenga mucho frío o hambre o que de repente, no sé, la vista desde lo alto…

La vida para principiantes es una antología temática cuyo humor raya en lo surrealista. Mrożek se burla de él mismo, de sus ideales hechos trizas con la edad, del arte, de la jubilación, del terror, de los negocios, de la política, de todo, todo el mundo.

Drink time! (En compañía de Patrick Leigh Fermor) de Dolores Payás
En este libro, la escritora española, Dolores Payás, nos acerca al mundo personal de Patrick Leigth Fermor, el mítico autor y viajero por excelencia. Nos pone sobre la mesa una trayectoria biográfica paralela a la de una novela de aventuras. En diciembre de 1933, con dieciocho años, una cazadora de cuero, dos mudas de ropa, un volumen de las Cinco odas de Horacio, un cuaderno y un atado de lápices, Patrick partió de Londres con primer destino a Constantinopla. De Turquía marchó a Grecia y en Atenas se enamoró de la princesa rumana Balasa Cantacuzène, con quien vivió en Moldavia por varios años. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Paddy se enlistó en el Ejército británico convencido de volver pocos meses más tarde; sin embargo, los estragos de la guerra partieron al mundo. A su regreso, Balasa y su hermana habían desaparecido sin rastro. No las encontró, sino hasta 25 años después, en el ático de un edificio en Bucarest, donde daban clases de lenguas extrajeras.

Si esto no suena a una novela ¿qué parece esto otro? En 1940, como oficial inglés, Paddy fue reclutado por los servicios de inteligencia griega para luchar contra los invasores italianos, al caer su brigada, tuvo que vivir escondido año y medio en las cuevas de Creta, desde donde coordinó a la legendaria Resistencia griega. Después de la rendición de Italia, organizó un comando para secuestrar al general Kreipe, un alto mando alemán que vivía en la isla. La operación se ejecutó de forma brillante, imaginativa y arriesgada, raptando al general en las narices de las tropas enemigas. En los días siguientes al rapto, tuvieron que moverse sin cesar por las cumbres escarpadas y sucedió que una mañana, al romper el alba, el prisionero miró el magnífico paisaje que yacía a sus pies y susurró en latín: “Vides ut alta stet nive candidum/ Soracte nec iam sustineant onus”, versos que Paddy completó con un cigarrillo en la boca: “Silvae leborantes, geluque/ Flumina constiterint acuto?” (¿No ves al [monte] Soracte encanecido/ por la espesa nieve, y los bosques/ agobiados por su carga, y los ríos/ detenidos por el punzante hielo?). Eran los primeros versos de “Ad Thaliarchum”, una de las odas del poeta Horacio, una de las pocas que se sabía de memoria.

Pasajes como estos son a los que Dolores Payás nos acerca. Conocemos los últimos años de un autor que vivía en una casa vuelta biblioteca en la parte más agreste de la península de Mani, resguardado por un ejército de gatos y participando de rituales bohemios que siempre comenzaban con: Time for a drink!

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