CONVERSACIÓN CON ALFREDO HERNÁNDEZ OROZCO
Hector Meneses: Alfredo, ¿qué palabra usarías para definirte? ¿Qué es lo que haces?
Alfredo Hernández: Jugar… eso es lo que hago. El textil me provoca jugar, aunque a veces con miedo. Me gusta mucho tejer y continuar con lo que aprendí de mi abuelo: el telar de pedal. Al inicio no me gustó tanto el tejido, yo regresaba de la escuela y mi abuelo me ponía a ayudarlo en el taller. Sin embargo, hoy le agradezco que haya fomentado en mí un sentido de responsabilidad y compromiso. Fue en su honor, y con permiso de mi madre, que nombré a mi taller Arte Textil Orozco. A veces me afecta que el telar de pedal no sea tan valorado como otras expresiones, tanto por quienes lo hacemos, como por la gente. A pesar de esto, me gusta crear sin cambiar por completo lo que aprendí… quizá por sentimentalismo, aunque no sé si eso sea para bien o para mal.
HM: ¿Qué es lo que te empuja a seguir creando en el telar de pedal?
AH: Al principio yo no creía mucho en el valor del trabajo que hacemos en Xochimilco, pero creo en la adaptación y en la experimentación. Quizá parte de esto se debe a mi tonalpohualli: viento-largartija… y al viento, no lo paras. Cuando se abrió el Museo Textil de Oaxaca, mis familiares lo veían como un espacio ajeno, pero yo decía “¿por qué no habríamos de formar parte nosotros?”. Ya antes había tomado un taller, el primer taller que tomé en la vida, con el proyecto de Oax-i-fornia. Ahí, Raúl Cabra me ayudó a romper con tabús y miedos. El MTO me invitó al segundo taller que tomaría, Linda LaBelle nos enseñó a teñir con añil. Ese taller me costó, pues era mucho tiempo de capacitación, pero mi familia me apoyó. Me decían: “¿Quieres ser bueno? ¡Pues a darle!”. Ahí comprendí los tintes naturales y comencé a trabajar con ellos. Me di cuenta de que hay más cosas por aprender… por ver. Comencé a comparar mi trabajo con el de los compañeros y me preguntaba —aún hoy lo sigo haciendo cotidianamente— “¿cómo puedo hacer mejor mi trabajo?”. Constantemente cuestiono mi trabajo… si me dicen que algo está mal, ¿qué le hace falta? Si me dicen que algo está bien, ¿qué más se le puede hacer? Las oportunidades de capacitación son importantes, pero es igual de importante tener la motivación para capacitarse.
HM: Además de estos talleres, ¿qué has hallado en el MTO?
AH: Vi textiles que nunca había visto. Comencé a preguntarme por las técnicas: qué es el shibori, qué es el jaspe, qué es la pluma torcida… Empecé a entender y a mirar con ojos nuevos a partir de lo que iba descubriendo. Me interesó lo que ofrecía el MTO: mostrarme cosas nuevas para que las entendiera y pudiera enriquecer mi trabajo. Tenemos que aceptar que no sabemos todo, que hay más cosas. Por ejemplo, cuando vi el video que se presentó sobre la producción del añil, entendí su valor real. Ahorita estoy trabajando unos proyectos con lino, con el hilo que venden en el MTO; estas posibilidades me permiten experimentar y mezclar materiales. Cuando vi el lino, quise trabajar con él para saber qué textura ofrecería a la tela, con qué otras cosas se podría mezclar… Creo que es importante entender qué significa el proceso de aprendizaje porque a los creadores nos llena la cabeza de ideas. Yo no considero al MTO como un bastón del cual depender sino como un escalón para subir a otro nivel: me gusta la retroalimentación que tengo con el equipo y así se va certificando mi trabajo. Sólo se requieren ganas de aportar.
HM: “Colaboración” es una palabra que escuchamos con frecuencia y, en muchas ocasiones, es mal entendida y mal aplicada. ¿Qué significa este concepto para ti?
AH: A mí me parece que es la integración de dos o más personas dentro de una idea o trabajo. Se requiere un entendimiento mutuo de lo que cada parte hace y cuál es la función a cumplir. Si yo no entiendo para qué me están pidiendo un trabajo en particular, no puedo aportar para cumplir mejor con el objetivo. Yo no espero a que alguien llegue y me dé indicaciones, yo pregunto qué puedo hacer para apoyar; me gusta sentirme útil. He intentado apoyar a jóvenes diseñadores y me he dado cuenta de que en ocasiones hace falta hacer ver la realidad de la labor artesanal. Tuve una experiencia muy satisfactoria con un diseñador, René Orozco, porque creo que ambos entendemos qué es colaborar. Él no llegó a decirme “te voy a ayudar” y eso me gustó.
HM: ¿Algunas otras colaboraciones exitosas?
AH: Podría mencionar dos. La primera, con Anacleta Juárez, bordadora de San Bartolomé Ayautla. Yo no sabía de ese pueblo y la conocí en el MTO. Ella se interesó por la calidad de la manta que tejemos y quería probarla. Le regalé un pedazo y le mostré las diferencias entre esta tela y las que se consiguen de forma más comercial… con ese pedazo hizo un quechquémitl y lo bordó. Quedó convencida de la tela; me enseñó la pieza final y hay una gran diferencia, a partir de ahí me ha pedido más cosas. Otro caso es con Arturo Hernández, tejedor de Mitla, a quien también conocí en el MTO, aunque él había conocido a mi abuelo. Quise conocer su taller porque quiero y admiro a la gente adulta, me provocan confianza y me otorgan una sensación de tiempo y vida… Me gustó su trabajo y le compartí una idea para meter hilos discontinuos en el tejido. Después me dijo que se había pirateado mi idea, pero yo no creo que la haya pirateado: la mejoró. Me gusta crear cosas nuevas y que mis compañeros también hagan cosas nuevas. Creo que una de las grandes aportaciones del MTO es enlazar a artesanos y, como muchos de estos encuentros se dan a través de los talleres que se ofrecen, todos estamos abiertos a aprender y a intercambiar. Mi sueño es una cooperativa artesanal… sin entrar a lo legal, creo que en la palabra “cooperativa” se define su significado. Si uno puede hacer cosas buenas, imagínate a muchas personas juntas.