Boletín FAHHO No. 32 (Sep-Oct 2019)

BIOPODER CAMPESINO Y EL CONSUMIDOR AGROECOLÓGICO: GASTROSOFÍA, AGROECOLOGÍA Y ALIMENTACIÓN

Sebastiao Pinheiro

La dimensión, ambiente/atmósferas solemnes del Teatro Macedonio Alcalá me hizo percibir mi insignificancia personal, pero también la importancia de la agroecología en huaraches para el Gaudio Campesino. La responsabilidad era inmensa, pero la tranquilidad muy grande, me inundó, desconfié que me acompañara desde Yaviche, más allá de Guelatao, Suchixtepec y Etla. Confirmé eso en Huatulco tres días después, cuando pude nadar cercado por un cardumen de peces grandes muy parecidos a las anchoas que no se perturbaban con mi presencia, pues estaban en territorio conquistado por la Reforma Agraria, bien alimentados con la Jalea Real desde la creación de la Vía Láctea, como se abordó en la conferencia. Yo estuve nueve meses antes en los mismos lugares, ahora acompañaba los avances de los movimientos sociales en agroecología en Oaxaca, y estaba muy contento de ver las biofábricas campesinas para preparados biotecnológicos, en manos campesinas; el molino de rocas para las harinas de rocas que pude ver instalado para rejuvenecimiento del suelo y potencialización de su campo electromagnético en la Salud del Suelo.

Si tuviera que elegir el punto alto de la gira por Oaxaca, no sabría decir si fue el Centro Universitario de Yaviche, controlado por la comunidad, el colegio que recicla desechos y agua o el trabajo sistemático hecho por todas las entidades participantes del Consejo Oaxaqueño de Agroecología (COA), con todas las entidades ejecutando al unísono una agroecología que haría a los Sin Tierra de Brasil sonreír con los ojos.

En la conferencia “Biopoder campesino y el consumidor agroecológico: gastrosofía, agroecología y alimentación”, organizada por la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y las entidades del COA, pudimos volver a hablar sobre el amaranto. En los años setenta del siglo pasado estudiamos con detalle su potencial como grano sin gluten y con proteínas de altísima calidad nutricional en un plato de impacto.

Tuve la oportunidad de aprender con Martínez Hernández la historia de la Guelaguetza, su origen en la colecta de azucenas y el bajar por las sierras de los campesinos para conmemorar y sociabilizar sus alegrías. Osado hice mi sugerencia, tal vez indebida, de que antes de la fiesta máxima del estado, los campesinos vuelvan a abrirla con un tianguis gigantesco de jalea real de las milpas agroecológicas.

En la gira, por primera vez de forma sistemática, pude aplicar el “pH campesino” con agua de jamaica para evaluar la acidez/alcalinidad, en la salud del suelo y elaborar el quitosano biotecnológico campesino con insectos (toritos y mayates).

Mirando la bóveda del Teatro Macedonio Alcalá pude sentir las nubes rosadas, y a veces azules, que ciñen los árboles en las sierras y cobijan campesinos que pueden, ahora, construir y pavimentar sus entradas y caminos con sus propias manos. Como bien dijo alguien hace más de un siglo: ellos lo hacen como quien borda un huipil. Será lindo poder volver.

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