EL RESCATE DE UNA ESPECTACULAR TUMBA CON PINTURA MURAL EN SAN PEDRO NEXICHO
En el año de 2010, un vecino de la comunidad zapoteca de San Pedro Nexicho, en la Sierra Juárez, descubrió una tumba prehispánica con pinturas murales de una calidad extraordinaria. Sin embargo, aparte de una excavación parcial con la anuencia del entonces delegado del INAH, no se hizo más para proteger o conservar el contenido de la misma. En 2014, durante las investigaciones relacionadas con la recién redescubierta Tira de Santa Catarina Ixtepeji —en donde figura Nexicho de manera prominente—, se gestionó un proyecto de excavación y conservación de la tumba pintada y de otras menos elaboradas, financiado por la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.
Durante los meses de marzo y abril de este año, arqueólogos del INAH excavaron, bajo la dirección de Nelly Robles, la tumba de planta cruciforme. Nueve escalones pequeños conducen a la entrada en la parte más corta de la cruz. De allí, se entra en la antecámara que mide 4 metros de ancho por 1 de largo. Después sigue la cámara principal que es de 2 metros de largo por 1.40 de ancho. Aunque hay pinturas en todos los muros, particularmente las de la cámara principal —ejecutadas en un “estilo códice”— son impresionantes por su calidad, iconografía y colorido. Lamentablemente, presentan daños graves debido a la penetración de raíces y el desprendimiento de la capa de estuco del muro. Además, la filtración de agua causó que las pinturas estén parcialmente cubiertas de sales minerales, lo que afortunadamente es un proceso reversible. La conservación de la capa pictórica es urgente.
Ambas cámaras presentan pinturas sobre una base blanca, pero hay una gran diferencia entre ellas. En la antecámara se dejó el fondo en blanco y la mayoría de los diseños son relativamente simples y pintados con líneas rojas. Sin embargo, la iconografía en la cámara principal es muy compleja y consiste en varios personajes ricamente ataviados. Las figuras fueron pintadas con líneas negras, después se añadió un fondo de un rojo intenso y se colorearon algunos elementos en amarillo.
Las imágenes pintadas en línea roja en la antecámara representan escudos, una mariposa y una figura conocida como “malinalli”. Los dos muros colindantes con la cámara principal contienen representaciones de una gran serpiente ejecutada en negro, rojo y amarillo, acompañada de una cara roja. El significado de estas figuras es más difícil de determinar, quizá se trata de una suerte de guardianes.
Sólo las pinturas de una pared de la cámara principal son visibles, porque las otras dos paredes están cubiertas por las sales minerales. Estas pinturas muestran varios personajes orientados hacia la puerta: un guerrero sentado, luciendo un gran tocado. Su cara está dañada, pero se distingue su dentadura descarnada. Lleva flechas en una mano y un escudo en la otra. Delante de él, se ve a un hombre bailando o caminando con lo que parecen ser banderas o tiras de papel en la mano: es quizá un cautivo. Los restos de pintura detrás de su cabeza pueden haber sido parte de su tocado. Luego, otro guerrero cargando un escudo y una especie de abanico, luciendo un gran tocado curvo bien conservado. El cuerpo de este personaje está marcado por glifos que representan el agua. Un cuarto personaje, quizá otro cautivo, está cayéndose hacia la puerta, porque le quitaron el corazón, dejando una gran herida en el pecho. Unas cenefas decorativas ejecutadas en negro y amarillo limitan la escena en su parte inferior y superior. La cenefa inferior muestra xonecuiles, mientras la superior contiene flores.
Las procesiones son un tema recurrente en las tumbas, como se puede observar en las tumbas 104 y 105 de Monte Albán y en la de Huijazoo. Posiblemente representan ceremonias que fueron hechas para el muerto durante su colocación en la tumba y que fueron repetidas después con cierta frecuencia. Aquí se trata de dos guerreros presentando sendos cautivos. Pero a diferencia de las tres tumbas mencionadas, que son del periodo clásico (100 a 600 d.C.), la de San Pedro Nexicho se puede fechar en el periodo posclásico tardío (1250 a 1521 d.C.). Son los únicos murales funerarios conocidos de ese periodo en todo Mesoamérica y, por tanto, son de gran valor para Oaxaca y para los zapotecas. Por lo mismo, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca ha decidido apoyar la restauración de las pinturas aún pendiente, en colaboración con arqueólogos y restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia.