ECOS DE TINTA Y PAPEL. DE LA INTIMIDAD DE FRIDA KAHLO
Aquí le va un versito de esos que cantan en las plazas:
Si juera tinta corriera, si juera papel volara,
si juera yo una estampilla, en este sobre me juera…
La Paloma, también conocida como San Juan del Río, es una canción popular de la cual Frida Kahlo se apropiara al imprimirle su folclor y desinhibición, en la que nos deja entrever la esencia de la artista a la hora de tomar una pluma y una hoja de papel. Este “versito”, como así lo llama ella, no es más que una dedicatoria especial que se lee entre las líneas de una de las cartas que conforman la relación epistolar entre la artista y su querido doctorcito, Leo Eloesser. Parte de estas cartas, exhibidas de manera permanente en el Museo de Filatelia, ‘va’ ahora a la Ciudad de México, para ser parte de la exposición Ecos de tinta y papel. De la intimidad de Frida Kahlo.
Conformada por epístolas, fotografías, timbres postales y dibujos, esta exposición es de hecho una radiografía del pensamiento y sentir de la artista: el amor a su “Dieguito”, el amor a sus hermanas, sus malestares, sus gustos literarios e inquietudes artísticas. Todo ello conforma Ecos de tinta y papel inaugurada en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo.
Uno de los primeros núcleos de la exhibición se halla en la amistad de Frida Kahlo con su doctor Leo Eloesser, la cual perduraría hasta la muerte de la artista. La relación médico-paciente que tuvieron no duraría mucho en ser una plena relación de amistad, que lejos de los dictámenes médicos, las consultas se convertirían en diálogos personales, políticos y artísticos. Esta correspondencia de invaluable información se asentó finalmente en Tacámbaro, Michoacán, donde Eloesser y su compañera Joyce Campbell, se establecieran en 1954, donde vivió hasta su muerte en 1974, a la edad de 95 años. Dicha correspondencia quedaría en manos de Campbell, quien a su vez la entregaría al hacedor de libros y artista de la tipografía, Juan Pascoe, con la esperanza de que él, a su singular y elegante modo, realizara en algún momento un libro. Estas cartas finalmente quedarían bajo el resguardo y exhibición del Museo de la Filatelia de Oaxaca.
Por otra parte, su vida amorosa y posterior divorcio con el pintor Diego Rivera en enero de 1940 son contadas en una carta fechada el 13 de octubre de ese mismo año, dirigida a Nickolas Muray. En ella describe que la situación con Diego era “cada día peor y peor”.
Frida Kahlo y el fotógrafo de origen húngaro, Nickolas Muray, se conocen en 1931, gracias a Miguel y Rosa Covarrubias, amigos en común. Ese año Kahlo y Muray inician un romance. Entre las cartas amorosas que sostuvieron, el 13 de junio de 1939, Frida hace mención y agradece el envío de la icónica fotografía conocida como Frida con rebozo magenta, imagen a la que Diego Rivera define como “tan maravillosa como un Piero della Francesca”. Además de la nutrida correspondencia que mantuvieron, Muray fotografió en diferentes encuentros a Frida Kahlo a lo largo de más de una década.
Finalmente, nombres como Dolores del Río, André Bretón, Florence Arquín, Jacques y Natasha Gelman, María Luisa y Matilde Kahlo, Juan O’Gorman y León Trostsky tienen su propio eco en esta muestra. Todos juntos nos cuentan la historia de una de las más grandes artistas de la plástica mexicana del siglo XX.
La curaduría de la fotógrafa Cristina Kahlo, así como su discurso museográfico, divide la exposición en núcleos que nos permiten leer la historia a detalle de su querida tía abuela. Nutrieron este proyecto con sus invaluables documentos instituciones como el Philadelphia Museum of Art, el Centro de Estudios de Historia de México, la Fundación Carlos Slim, el Museo de la Filatelia de Oaxaca, el Museo Frida Kahlo y diversos coleccionistas particulares como Salomón Grimberg, Mimi Levitt y Cristina Kahlo.