Carta de la presidenta
Amo el canto del cenzontle,
pájaro de cuatrocientas voces,
amo el color del jade
y el enervante perfume de las flores,
pero más amo a mi hermano
el hombre.
Nezahualcóyotl
Una profunda ilusión me ha dado leer este boletín. Cada autor, desde su propio interés hace un recuento formidable de su visión de los pájaros. Cada sede de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca aporta un canto emotivo sobre las aves y, en su conjunto, logra un concierto armonioso: los pericos, las águilas, los halcones, las hurracas, los guacamayos, el Martín Pescador, los tucanes pico iris…
¿Quién dice que las aves son exclusivas de una disciplina? Este boletín es un ejemplo de que la diversidad enriquece, de que los diferentes puntos de vista dignifican la visión del mundo y que, al trabajar en colaboración, el resultado es multiplicador, porque el sonido de un instrumento musical se armoniza mejor en una sinfonía.
Los autores tienen algo en común: son personas constructivas, capaces de mirar la belleza en el más mínimo detalle, logran escuchar los sonidos más hermosos y profundos, son sensibles al arte, a la lectura, la ciencia y la naturaleza. Me emociona saber que trabajan bajo el cobijo de la Fundación, esta familia que, mientras camina, esparce su amor, como el canto matutino del cenzontle, haciendo vibrar los corazones de cientos de personas dispuestas a construir un país más humano, generoso y equitativo. Una enseñanza surge de todo esto: la inspiración habrá que buscarla en el comportamiento de la naturaleza, ahí encontraremos las respuestas del ser humano.
Esta edición digital ha sido cuidada con esmero. Cada fotografía ha sido pensada, meditada; cada letra armoniza en el espacio; las palabras son elocuentes, el diseño, equilibrado; los temas diversos, dinámicos, interesantes, compaginados. Nos recuerdan que desde el encierro hay posibilidades de alzar las alas, volar con la imaginación a través de las letras y las palabras. ¡Benditos libros! ¡Bendita la escritura!
Los sueños son reales, lo leo en estas páginas. Me emociono en la distancia, también –debo reconocerlo– en la melancolía y en la añoranza de la otra vida, antes del confinamiento. Extraño a cada uno de ustedes, a mis rincones consentidos, que hacen mi vida plena, libre y feliz. Volveremos renovados, así lo expresan estas páginas, dispuestos a encontrar las plumas metálicas de un colibrí, como si fuera un arcoiris que uniera el cielo con la tierra. Seremos más sensibles y valoraremos más la vida. ¡Seguiremos adelante!
Gracias a todos por su participación, por hacer que su vuelo llegue a los corazones de los lectores.
María Isabel Grañén Porrúa
Junio, 2020.