91 almas se transforman*
Hace ya tiempo, más para unos que para otros de los aquí presentes, fuimos invitados a la maravilla humana de la lectura. De esa sorpresa agradabilísima, que consistió en saber que nuestras expresiones verbales podían quedar registradas, y que podíamos entender lo que otros habían dejado escrito, casi no tenemos conciencia, simplemente porque ocurrió en esos años en los que íbamos por la vida de sorpresa en sorpresa.
Lamentablemente, para la mayoría, hubo un momento en que la lectura –como otras áreas de nuestra formación– pasó a formar parte de esa gran área gris de lo que se debe hacer y no de lo que queríamos hacer por el placer de hacerlo. Para otros, afortunadamente, la sorpresa inicial se convirtió en placer, y éste en una necesidad, un hábito de búsqueda desafiante y de encuentros inesperados. Para otros más, el camino ha sido bastante intrincado, ya que por alguna circunstancia afortunada, algunos, incluso por haber sido llamados a la docencia, han logrado huir del gris con el que por muchos años creyeron que se pintaba la lectura y encontraron el camino de colores que la vida de las letras construye: el placer de leer.
Y tras leer y leer, la vida es diferente para nosotros y para los que nos rodean, porque leyendo abrimos la puerta a otras vidas, leyendo acicateamos nuestra creatividad y desafiamos nuestro intelecto. Leyendo entrenamos nuestro entendimiento, nos surgen nuevas preguntas y encontramos en el camino respuestas e inquietudes que en ocasiones ni éramos conscientes de haber formulado. Aquí cabe mencionar el verso tan atinado de Benedetti en el que Laura Avellaneda se dirige hipotéticamente a Martín Santomé en el poema que ya no cupo en la novela: “Usted, Martín, es la respuesta a una pregunta que nunca me he formulado”, y finalmente, leyendo hallamos la ruta a la libertad, leyendo somos más capaces de luchar por ser libres, porque si leyendo sabemos lo que ocurre en nuestro mundo, también leyendo podemos ser conscientes de que queremos otro mundo, que otro mundo es posible. Creo que todos los que estamos aquí reunidos estamos de acuerdo en que no queremos leer que cada vez es mayor el número de personas desaparecidas; no queremos leer que el número de feminicidios aumenta, que la pobreza sigue siendo una deuda y una vergüenza social; no queremos leer que nuestro estado sigue estando en números rojos en tantos aspectos esenciales para la vida. Pero si aceptamos el desafío de leer, si nos atrevemos a leer y nos documentamos en fuentes serias, nuestra conciencia será mayor y empezaremos a mirar la realidad de otro modo, vislumbrando la posibilidad del qué hacer y cómo hacerlo.
Estimados estudiantes que hoy culminan sus estudios de diplomado, este año el lema de los hermanos de La Salle es: “Grandes cosas son posibles”, y hoy queremos decir que grandes cosas son posibles leyendo, imaginando, decidiendo y trabajando. Si como dice Gabriel Zaid: “Somos más libres y más inteligentes después de leer cosas libres e inteligentes”, tenemos que lograr que más textos libres, inteligentes y bellos sean accesibles a un número mayor de personas. No puede ponerse fin a la violencia con mayor violencia, no podemos luchar contra el aparente triunfo de la banalidad con otras banalidades. Tenemos que lograr cada día modos nuevos para una formación lectora que estimule la creatividad, la crítica productiva, la apreciación de lo bello, de lo bien hecho, de lo solidario. Precisamente es esta ambición feliz la que nos hermana con los múltiples esfuerzos que la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca refrenda cada día en nuestro estado, y que seguimos juntos y seguimos leyendo porque seguimos buscando juntos ese mundo posible que queremos, vamos a construir y ya estamos construyendo.
Muchas felicidades a todos.
INDIVISA MANENT
Lo unido permanece
*Discurso de la rectora de La Salle con motivo de la entrega de diplomas para alumnos en programas de Formación en la Cultura Escrita 2018-2019.