ENTRE LA HISTORIA Y EL MITO: CHARLA CON MARÍA GARCÍA ESPERÓN
Antes de involucrarse plenamente con la literatura, María García Esperón se dedicaba al periodismo, al baile flamenco y a los guiones de radio y televisión. No obstante, su ingreso al mundo editorial ocurrió con toda naturalidad, como si siempre hubiera estado ahí, o como si reiniciara un ciclo que comenzó mientras estudiaba Letras Clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Fernando Lobo: En el año 2004 ganas el Premio Barco de Vapor con tu primera novela, El disco del tiempo, una historia protagonizada por la arqueología.
María García Esperón: La trama parte de un reto arqueológico para el personaje central, que es una ingeniera mexicana: descifrar el Disco de Festos (una pieza de la edad de Bronce llena de símbolos cuyos significados son desconocidos hasta la fecha). Mi idea es que la literatura puede unir la herencia cultural, la memoria histórica, con esta época tecnificada en la que podemos volar o comunicarnos de inmediato con quien sea al otro lado del mundo. Es una revolución técnica y científica demasiado fuerte como para que no vaya junto a algo cultural. Algo grande. Que nos entendamos de nuevo europeos y americanos, que son las bases de nuestra cultura, y planteemos un nuevo encuentro y un nuevo inicio para generar un nuevo momento de civilización. Escribo con fervor.
FL: Publicado en 2010, Copo de algodón es un libro emblemático. Narra la conquista de México desde los ojos de una niña, una princesa mexica, Tecuixpo Ixtlaxóchitl, Flor blanca.
MGE: A mí me encantó la historia antigua siempre. Tanto la historia de Grecia y Roma y sus manifestaciones culturales, como la de los antiguos mexicanos y los pueblos originarios de América. Nací en la Ciudad de México, y ahí tuve mucha oportunidad de desarrollar esta sed que tenía por contemplar los antiguos monumentos, las piedras… es todavía un gusto. Iba mucho al Museo de Antropología, pedía que me llevaran también a ver las estelas del Parque Hundido: la ruta maya, la olmeca, eso era magia para mí. Fue una atracción plástica primero. Elementos que llaman a tu sensibilidad, creados por un conjunto de artistas. Construí el libro mirando el calendario azteca, llamémosle Piedra del Sol. Una iconografía en la que el sol está al centro y alrededor los signos de los días. Copo de algodón es un libro calendárico, quería hacer un ciclo de tiempo. Cuando estuve en la preparatoria y había que hacer un trabajo final, escogí la Verdadera historia de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Lo leí apasionadamente. Era como escucharlo. Fue tremendo.
FL: En un sentido estricto, no hay ficción en tus libros. El corpus de tu obra está compuesto por un amplio catálogo de mitología narrada e historia novelada. Tu último libro publicado es Diccionario de mitos de América, una compilación rigurosamente documentada que rescata leyendas desde Chile hasta las Islas Aleutianas. Podría decirse que esta literatura expresa el sitio en donde historia y mitología se entreveran.
MGE: Para nosotros los mexicanos, que somos herederos de ambas tradiciones, la historiografía dura, el mito que se introduce en nuestras vidas, en nuestras historias, en nuestros modos de ser y en la política, está todo entreverado. Prácticamente no lo puedes desencajar. Si contemplas la figura de Moctezuma, él estaba sumido en una cosmovisión donde el mito era crucial. El mito a su vez surge de la historia. El mito surge de la realidad.
Los mitos mexicanos de creación y destrucción del mundo surgen de eventos que hemos vivido nosotros con los sismos últimamente. Surgen, por ejemplo, de Cuicuilco, en donde el volcán Xitle hace erupción y entonces se termina el mundo. Los aztecas hablan de eras. Aquí no está implicada una noción del bien y el mal: “Te destruyo porque te portaste mal”, como en el juicio final, ¿no? No, la realidad es así: ciclos de creación y destrucción. Entonces, cuando llegan los españoles a este sistema mítico, oral, coincide con la leyenda de Quetzalcóatl, aunque después el emperador compruebe lo contrario. La llegada de Cortés estaba dentro de un calendario mítico, y dentro del tiempo vital que los aztecas sabían que se terminaba. Moctezuma entendía que este mundo había llegado a su cénit con él, que iba a ser destruido por el otro, para que a su vez comenzara otra cosa.
FL: Podría decirse que el mito tiene un sustrato de verdad histórica…
MGE: La Guerra de Troya es un ejemplo perfecto, porque durante siglos se pensó que era un mito por los cuatro costados, hasta que llegó un señor, un comerciante alemán, Heinrich Schliemann. Con la Ilíada en la mano fue y desenterró, no una Troya, sino siete. No era un arquéologo, era un amateur, pero con una pasión muy fuerte. Estas historias tienen un sustrato muy fuerte, y vas y lo encuentras.
FL: En la industria editorial, tu obra está catalogada en el segmento infantil y juvenil. ¿Escribes intencionadamente para ese público?
MGE: Yo jamás pensé escribir para niños y jóvenes. Fue el nicho en el que caí. Ese fue el nicho en el que era posible desplegar mis intereses literarios, y no la literatura adulta (vamos a llamarle “literatura adulta”). La literatura de mi generación iba por otros lados. Yo he sido una gran lectora de los latinoamericanos, me encanta Carlos Fuentes y Borges sobre todo, pero no compartí tendencia con mi generación, definitivamente no. Yo me alejé de la literatura de los 20 años a los 40, y me dediqué al periodismo y a mi otra pasión que es el baile flamenco, que tiene algo de literatura oral. Yo soy una escritora más oral que de libros. Entonces, lo infantil y juvenil me ha posibilitado llegar a muchos públicos, no necesariamente niños y jóvenes, sino que están los intermediarios, que son padres y maestros, que están muy activos ahora como difusores y promotores de lectura. Consideré que este saber tenía que volver. Si tú tienes un conocimiento de los mitos en estos dos mundos, el americano y el clásico, estás armado para la vida.