Boletín FAHHO Digital No. 56 (Nov 2025)

Letras, canto y memoria: la palabra también celebra a los muertos

Gabriela Rubielas / Socorro Bennetts
Muerteada de Cuentos en el Museo de la Filatelia de Oaxaca. Fotografía: Eduardo González

En Oaxaca, el Día de Muertos es una de las celebraciones más entrañables y esperadas del año. En estas fechas las calles se visten con un velo mágico de colores vibrantes, flores de cempasúchil, aroma a copal, tapetes y música, abriendo un puente luminoso que conecta el mundo de los vivos y los muertos. Es tradicional que en estas fechas, como parte de la identidad cultural, se realicen rituales como la colocación de altares en conmemoración de quienes han partido— y se lleven a cabo comparsas y muerteadas.

En medio de esta riqueza de tradiciones, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, por medio del programa Seguimos Leyendo, se une en homenaje a la celebración del Día de los Fieles Difuntos con dos iniciativas culturales, donde la literatura, la lectura en voz alta, la narración oral y la música se entrelazan para rendir tributo a la vida y al recuerdo desde la palabra compartida. Ambas actividades forman parte de la línea de voluntariado creativo de Seguimos Leyendo, que promueve la lectura como una práctica viva, comunitaria y festiva.

La primera, “Ofrenda de palabras: Leyendas y música”, se realizó el pasado 29 de octubre en el Claustro del Centro Cultural San Pablo, al convocar a la comunidad lectora para fusionar la tradición y la lectura en un mismo altar simbólico, y así rendir homenaje a la palabra y a la memoria colectiva.

Fueron 24 personas quienes integraron el elenco: niños y lectores voluntarios dieron vida a leyendas, relatos y canciones que evocaron la presencia de quienes siguen habitando nuestra memoria. Los asistentes disfrutaron de la leyenda La flor de cempasúchil; la lectura musicalizada Las chinguiñas del perro, una adaptación del maestro Emilio Lome; y las canciones dedicadas a la calaverita de azúcar y a la Catrina, interpretadas por el coro Calacantos y músicos invitados (guitarrista, clarinetista y cantante).

Para cerrar, Evelina Macellari compartió el relato Por mucho que te escondas, de José Luis Trueba Lara, recordando que, por más que nos ocultemos, la muerte siempre nos va a encontrar sin importar dónde estemos, quiénes seamos o a qué nos dediquemos. El festejo concluyó con la entrega de reconocimientos a las y los lectores voluntarios. Así, al son de La Llorona, La Martiniana y el Dios nunca muere, cerramos con broche de oro esta “Ofrenda de palabras”, en la que no pudo faltar la compartencia de alimentos alusivos a las fechas: los tamales de mole y el atole.

En este mismo contexto, el 30 de octubre se celebró la tercera edición de la Muerteada de Cuentos en el Museo de la Filatelia de Oaxaca, con un elenco de 21 participantes. Por una tarde, en este recinto las letras y las canciones del escritor Emilio Lome llenaron el ambiente de color, ritmo y memoria. Entre risas, aplausos y melodías, la lectura en voz alta, la narración y el canto guiaron a los asistentes por un camino alegre donde la vida y la muerte dialogan sin temor, compartiendo el mismo escenario.

El evento comenzó con las notas del clarinete interpretando el Dios nunca muere, ese himno que enciende la nostalgia oaxaqueña y abre el corazón para el recuerdo. El talento de Tichaá, con su imaginación desbordante y su toque de picardía, llevó al público por el camino del humor con la historia Lo que le pasó al muerto, un relato que despertó carcajadas y complicidad entre grandes y pequeños. El coro Calacantos, acompañado de guitarra y clarinete, llenó el aire con cantos que invitaban al gozo, mientras las voces de los lectores voluntarios dieron vida a Las chinguiñas del perro. Cada palabra y cada acorde hicieron que la muerte se sintiera cercana, no como temible destino, sino como parte de la danza que une generaciones y memorias.

Al concluir las presentaciones, los asistentes fueron invitados a recorrer la instalación de Día de Muertos del Mufi. Entre flores, velas y sahumerios los creadores compartieron con el público los símbolos y elementos que dieron forma a su obra, explicando cómo cada pieza cuenta una historia.

La actividad cerró en un ambiente cálido, con chocolate y pan compartidos entre todos. La Muerteada de Cuentos volvió a recordarnos que la palabra, cuando se pronuncia en comunidad, tiene el poder de mantener viva la memoria, de reírse con la muerte y de celebrar que seguimos aquí, entre canciones, historias y el perfume del cempasúchil.


Lo sentimos, la página que buscas no existe.

¡Muchas Gracias!
En breve nos pondremos en contacto contigo.