Dechados, libros bordados transmisores de conocimientos

11 de mayo de 2015

Oaxaca, Oax.- Como parte del ciclo de charlas organizadas por el Museo Textil de Oaxaca en torno a la exposición ‘In octacatl in machiyōtl: dechados de virtud y entereza’, la investigadora Ana Paulina Gámez dio una con el título de ‘Dechados, libros bordados’

Tras ver la exposición sobre dechados del Museo Textil de Oaxaca (MTO), a Ana Paulina Gámez muchas cosas le hicieron pensar, sobre todo le llamó la atención ver que hay motivos que aparecen en los dechados que son del medievo tardío español y que siguen presentes en los textiles mexicanos del siglo XX. Se pregunta “cómo llegaron aquí, cómo se conservan, qué pasó con estos motivos que cobraron un nuevo significado y que siguen estando vigentes cuando quizás en sus lugares de origen ya no se hacen”.


Así, la investigadora mexicana hizo un recorrido, a través de los dechados, por “la historia de una familia del siglo XV”, de las mujeres que formaron parte de la dinastía de los Reyes Católicos, que gobernaron en la península Ibérica (1474-1516), en lo que sería el origen de lo que hoy es España.

Ana Paulina Gámez habló de los dechados de estas mujeres nobles, quienes contaban con varios entre sus pertenencias y con los que viajaban según iban casándose y viviendo en diferentes lugares de Europa.

Una de las hijas de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, Catalina de Aragón, se casó con el rey Enrique VIII de Inglaterra. En esos momentos, no sólo era el cambio de un siglo a otro, sino que un sinfín de avances y cambios se estaban dando en Europa y los reyes no eran ajenos a ellos. De esta forma, Catalina de Aragón contrató para la corte, y para educar a su hija y futura reina, María Tudor, al humanista y pedagogo español Luis Vives, quien era cercano a Erasmo de Rotterdam y Tomás Moro.

Vives, precursor de la asistencia a los más necesitados por parte del Estado, proponía que todas las mujeres, incluso las más pobres, debían recibir educación, “debían ser doctas para ser virtuosas”, por lo que debían ser educadas para lo que se necesitaba en la casa. Parte de esta educación la representaban la costura y el bordado. Y aquí es donde aparecen los dechados. Si tenemos en cuenta que en esos momentos los libros eran artículos de lujo, las mujeres no tenían otra forma de transmitir lo que sabían de bordados más que mediante los dechados, que se convierten en “libros para poder hacer lo que les correspondía a las mujeres, el único modo de registrar” lo que les servía, lo que valía de su trabajo de costura.

Prácticamente hasta el siglo XIX no hubo libros —ni revistas ni panfletos— en los que las mujeres pudieran tener muestras del trabajo de otras. De esta forma, los dechados han sido fundamentales como transmisor de valores, como dijo Ana Paulina Gámez, “eran los libros de las mujeres, cuadernos de ejercicios, memorias de lo que harán el resto de su vida”.

Dechados y motivos en México
Cuando los españoles llegan a América, también llegaron los dechados con los motivos hispanos. La Corona española estaba preocupaba —e interesada— en desterrar la idolatría de los pobladores originarios. Para esto empezaron con la educación de hijos e hijas de los caciques locales. Y la Corona tenía muy presente las publicaciones de Luis Vives sobre educación, que datan de 1523.

Y con esta idea en mente, en Texcoco se abrió el primer colegio para hijas de caciques en 1527, regido por franciscanos. En este centro no sólo se las evangelizaba, sino que también “les enseñaban las nuevas labores femeninas”. Para la educación de las jóvenes, la Corona creó las órdenes religiosas femeninas y llevó a la Nueva España a mujeres virtuosas y las dotó de todo lo necesario para la enseñanza: estas mujeres, como afirma la investigadora, llevaban con ellas sus dechados, que son fáciles de transportar y apenas ocupan espacio. Las alumnas también aprendían las técnicas autóctonas, como el telar de cintura. Se mezclan dos mundos también en los textiles.

De esta forma llegaron los dechados que transmitieron los motivos medievales europeos en México. Y, a pesar del tiempo, estos motivos siguen siendo usados en los textiles mexicanos. Han llegado a nuestros días.

Como conclusión, para Ana Paulina Gámez, los dechados son libros bordados, una manera de transmitir conocimientos, que desdibujan las fronteras de lo que nos han enseñado en la historia moderna —por un lado el mundo indígena y por el otro el europeo—, “estamos más vinculados de lo que quisiéramos. Es indispensable que empecemos a hacer una investigación mucho más seria de los textiles de raigambre europea en México que nos pueda explicar mucho lo que ha pasado en este país y nos pueda ayudar a reconciliarnos entre nosotros”.

Ana Paulina Gámez
Licenciada en Restauración de Bienes Muebles por la Escuela Nacional de Restauración y pasante de maestría en Historia del Arte en la UNAM. Sus investigaciones están dedicadas a las artes aplicadas y el arte popular mexicano. Ha sido becada para realizar estudios sobre el tema en España e imparte cursos, publica libros y artículos y ha realizado trabajo curatorial.

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