Un inventario para la colección Paddock-Mejía
La colección arqueológica Paddock-Mejía lleva el nombre del antropólogo John Paddock (1918-1998) y el de su compañero de vida, Manuel Mejía, quien la resguardó tras la muerte de Paddock. La conforman cerca de 1500 piezas completas y una mayor cantidad de fragmentos, procedentes de diferentes temporalidades y áreas de Mesoamérica. Sus materiales constitutivos son igualmente diversos: cerámica, piedra, concha, obsidiana, metal, hueso, entre otros.
En México, a mediados del siglo XX, no era raro que artistas como Diego Rivera, Rufino Tamayo y William Spratling, atraídos por las cualidades estéticas de los objetos prehispánicos, reunieran colecciones particulares. Pero también las llegaban a conjuntar arqueólogos e investigadores interesados en comparar e identificar estilos y tipos cerámicos, establecer secuencias o analizar su iconografía y simbolismo. Se trata de una práctica que eventualmente fue abandonada por consideraciones hacia el derecho social de disfrutar y conocer el legado prehispánico, y también al evolucionar los métodos y objetivos para su investigación, pues ese tipo de coleccionismo solía ir de la mano de prácticas que desvinculaban o destruían la información aportada por el contexto de procedencia de los objetos. La Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, de 1972, estableció normativas al respecto y muchas de esas colecciones se volvieron públicas, alojándose en museos y centros de estudio.
John Paddock comenzó su colección a partir de 1950 con objetos que encontró a la venta en comunidades oaxaqueñas como Tlacolula y Huajuapan o en el mercado de La Lagunilla en Ciudad de México. Es probable que otras más las haya encontrado en la superficie de sitios arqueológicos en los que trabajó o que visitó informalmente. Hasta el momento no hemos localizado algún documento o testimonio donde Paddock describa las motivaciones que le llevaron a reunir estos objetos, pero es probable que le hayan sido de utilidad para su labor docente y de investigación.
Paddock elaboró en 1958 un inventario mecanoscrito de poco más de 500 de las piezas de su colección, incluyendo descripciones, medidas y procedencia (del hallazgo o de la adquisición). Al resto no les llegó a dar el tratamiento sistemático, seguramente por falta de tiempo, que sí brindó a las colecciones de las instituciones y proyectos en los que trabajó, como las del Museo Frissell o las procedentes de sus excavaciones en Yagul y Lambityeco.
Al morir Paddock, su colección arqueológica la conservó su compañero Manuel Mejía, quien en 2015 la entregó, para su resguardo, a la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, como complemento de las colecciones bibliográficas, documentales y fotográficas de Paddock adquiridas por la BIJC en 2011. Las piezas estaban guardadas en cajas de cartón, bolsas de plástico o en latas de café; presentaban polvo y plagas. Bajo un proyecto especial coordinado y ejecutado por la arqueóloga Gabriela Serrano Rojas, en el segundo semestre de 2015 la colección pasó por procedimientos de diagnóstico, cuantificación, limpieza mecánica y química, registro fotográfico y organización, y las piezas completas de mayor tamaño fueron embaladas.
En 2016 el Instituto Nacional de Antropología e Historia realizó el registro de las 1548 piezas que cuentan con más de 70 % de su cuerpo conservado y de una cantidad similar de piezas incompletas (principalmente fragmentos de figurillas). La colección en conjunto quedó registrada con el identificador REG. 2923 P.M. y cada pieza fue fotografiada y marcada con un número de identificación.
Fue hasta el 2022 y 2023 cuando el trabajo con la colección Paddock-Mejía fue retomado, esta vez desde el área de exposiciones de la BIJC, con apoyo de estudiantes de servicio social. El conjunto de piezas de menor tamaño (más de dos mil objetos) fue fotografiado, embalado, etiquetado y resguardado en cajas de plástico.
A la par, desarrollamos un inventario que permite identificar la ubicación física de cada una de las piezas, y consigna sus características y materiales constitutivos. El proceso implicó compilar y cruzar los datos procedentes del inventario de 1958 (que se aloja en los fondos documentales de la BIJC) y los números de registro del INAH, y organizar, renombrar e integrar las fotografías digitales de las piezas.
Este nuevo instrumento de consulta facilita las actividades a las que destinamos la colección Paddock-Mejía, principalmente el desarrollo de pequeñas exposiciones temporales que presentamos en la biblioteca, pero también sirvió en la primera consulta con fines de investigación que ha tenido la colección en su actual etapa, por parte de la Dra. Ana Lilia Contreras Barrón, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Aunque la utilidad de la colección Paddock-Mejía tiene limitaciones por tratarse de piezas que no proceden de excavaciones controladas, no quiere decir que carezca de relevancia o valores, pues por aspectos estilísticos o por la información que aporta el inventario parcial de 1958 podemos saber que incluye piezas teotihuacanas (entre ellas un importante conjunto de “candeleros” y otro de figurillas), otras zapotecas de las primeras fases de Monte Albán y también pertenecientes al estilo ñuiñe de la Mixteca Baja.
Recientemente encontramos pistas adicionales en las publicaciones de Paddock y en su archivo fotográfico, pues, como ahí hemos constatado, algunas de las piezas de su colección personal le sirvieron para ilustrar determinados aspectos que le interesaba resaltar en sus libros y artículos. Así nos hemos enterado, por ejemplo, de que algunas piezas corresponden al tipo cerámico conocido como “Huitzo crema pulido”, asociado a los Valles Centrales de Oaxaca para el periodo comprendido entre los años 800 y 1000 después de Cristo.