Boletín FAHHO Digital No. 41 (Ago 2024)

Homo ludens: la afición escarlata y el cuidado del medio ambiente

Fabiola Monroy / María Fernanda Bante
Fotografía: Acervo del Estadio AHH

En 2022, el Estadio Alfredo Harp Helú y el equipo Diablos Rojos iniciaron con la campaña “Tapitas al bat”, cuya idea consistió en invitar a los aficionados a recolectar tapas de plástico y donarlas al Estadio durante los juegos locales de esa temporada. Las tapitas serían llevadas, posteriormente, a organizaciones que colaboran con diferentes programas de atención a niños con diagnóstico de cáncer.

En 2023, Diablos Rojos se sumó a la iniciativa IMURecicla, un programa de recolección de pilas usadas, considerado el más grande de América Latina. Para ello se instaló una columna recolectora dentro del Estadio AHH en la que la afición, administrativos y jugadores de los Diablos podían dejar sus pilas usadas y así darles un manejo adecuado y contribuir al cuidado del medio ambiente. Cabe mencionar que se lograron reunir 105 kilogramos de pilas usadas durante julio y agosto de ese año.

Estos dos ejemplos son solo una pequeña parte de lo que juego con juego, día con día, sucede en el Estadio en favor del medio ambiente. Cuentan mucho los pequeños actos, y especialmente aquellos que se hacen más por una buena costumbre que por una orden y de mala gana. Desde la entrada a la Casa del equipo escarlata todo lo que observamos está dispuesto para que los aficionados disfruten del juego. Y mientras uno va a gozar de los batazos, los hits, las carreras, la comida, las bebidas y el excelente ánimo que inunda todas las zonas, hay un momento entre la séptima y octava entrada en el que el equipo de limpieza pasa por cada pasillo a recolectar la basura. Es algo que quizá no debería sorprender, pero ¿en cuántos estadios, al menos en México, sucede lo mismo? Y ocurre de tal manera que se siente como algo cotidiano, que forma parte de la atmósfera del Estadio.

Hace algunos domingos, a principios del mes de julio, sucedió algo que funciona para ejemplificar cómo los pequeños actos cotidianos son los que hacen la diferencia. Era la octava entrada y los Diablos perdían por bastantes carreras. En tanto iniciaba la octava alta, se escuchó en el altavoz la canción de un autor cubano que dice “¡A esconderse que ahí viene la basura!”, haciendo un llamado a los aficionados a recolectar los empaques y envases de lo consumido durante el juego, para depositarlos en una bolsa que el servicio de limpieza hace pasar con el fin de aminorar los desechos que se dejan en las gradas al final del juego. A modo de reto curioso para matar el tedio, un aficionado de las gradas del jardín derecho lateral comenzó a reunir todos los vasos desechables: los propios, los de sus amigos, los de los vecinos, y pronto muchos aficionados de la marea roja de otras gradas comenzaron a cooperar para formar la torre más alta de vasos jamás vista. Los aficionados de alrededor comenzaron a animar al recolector… las autoridades observaron la conducta hasta que un policía se acercó y, tras una breve plática, retiró la torre y puso el contenido en la basura. De repente, volvió a formarse otra, con vasos provenientes de aficionados más alejados… pero también por las gradas de primera ya comenzaban a imitar el ejemplo.

¿Y qué tiene de extraordinario, se preguntará el lector? Sin duda los aficionados del beisbol somos distintos, somos homo ludens ‘hombre que juega’ hasta para nuestra conciencia ambientalista. El Estadio Alfredo Harp Helú fue creado para tener una relación empática con el medio ambiente: captación de lluvia, ahorro de agua, tratamiento de aguas negras, tecnología led de bajo consumo de energía eléctrica, más los dos ejemplos al inicio mencionados… y la marabunta roja está en sintonía con esta empatía.

De vez en cuando aparecen videos de aficionados japoneses que recogen la basura en sitios muy lejanos a su tierra natal… ¿no sería ideal que estas torres se crearan cada octavo inning para limpiar de manera divertida? Sería un buen ejemplo para todos.


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