Boletín FAHHO Digital No. 32 (Nov 2023)

Biblioteca Henestrosa

Enrique Lastra
Fotografías cortesía del Archivo de Casa de la Ciudad

El edificio que actualmente ocupan la Biblioteca Andrés Henestrosa y la Casa de la Ciudad está ubicado en el centro histórico de Oaxaca de Juárez, en la calle Porfirio Díaz 115 esquina con Morelos, y es propiedad del Municipio. Se trata de una casona del siglo XVIII que con el paso del tiempo fue modificada en múltiples ocasiones. El estado de deterioro en que se encontraba merecía una intervención profunda. La Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y el Ayuntamiento de la ciudad unieron esfuerzos para lograr su restauración.

Llama la atención que la calidad formal de las edificaciones en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca se debe no tanto al valor individual de las casas, sino al tejido y articulación de estas, lo que le otorga un valor de conjunto, cuadra por cuadra. Esta arquitectura, desarrollada durante centurias, ha permitido una evolución de los procesos constructivos al adaptarse siempre a las condiciones físicas de la región en la que se inserta y a utilizar los materiales más cercanos y al alcance. Esta lenta depuración, generación tras generación, ha hecho la diferencia entre una mera construcción y lo que es una buena arquitectura. Alvar Aalto decía que su trabajo tenía significado cuando podía introducir una pequeña mejora en una solución tradicional.

Es importante estudiar la forma en que están colocados los materiales constructivamente y la manera en que están organizados los espacios, así como la disposición de los elementos arquitectónicos para atender las características ambientales. La relación entre vanos y macizos, la existencia o no de grandes cornisas y aleros, la forma en que se constituyen las techumbres, etc. Debemos analizar esta arquitectura y apreciar la sabiduría con la que se adapta al medio.

Las casas tradicionales oaxaqueñas suelen estar constituidas por crujías que recorren el perímetro del predio y crujías transversales que fraccionan el espacio en uno, dos o más patios. Alrededor de estos se erige una segunda crujía delimitada por columnas o pilares para conformar un espacio intermedio entre el área abierta del patio y la cerrada de las crujías perimetrales. Este espacio, que no es interior ni exterior, es quizás el más importante de una casa, y es donde se desarrolla la mayoría de las actividades colectivas. Los patios se comunican entre sí a través de un corredor.

En la entrada hay un zaguán que comunica a la calle con el corredor del primer patio y puede tener accesos laterales hacia las habitaciones adyacentes. Antiguamente, las habitaciones de la casa se encontraban rodeando al primer patio: sala, comedor y recámaras, y en el segundo patio, en general, se encontraban otro tipo de dependencias asociadas al servicio: cocina, bodegas, cuartos de servidumbre, letrinas, placeres y caballerizas.

Fotografías cortesía del Archivo de Casa de la Ciudad.

Al analizar la fachada de las casas tradicionales, la relación que se observa entre vanos y macizos indica que es mayor la cantidad de estos últimos. Cada una de las habitaciones en el interior va a tener, por lo menos, una ventana. Si es un espacio más amplio, serán dos ventanas las que tenga cada uno de los cuartos, y ese sería el ritmo de acomodo de ellas. También notamos que las ventanas oaxaqueñas que dan a la calle tienen un pequeño marco que rebasa el paño exterior y que su parte inferior está por encima del nivel del suelo formando un espacio con características de balcón. Para acceder a él hay que subir uno o más escalones. Sobresale una reja que lo protege. Este lugar privilegiado constituye también un espacio propio entre el interior y el exterior; permite asomarse, ver hacia ambas esquinas, vislumbrar la calle y la perspectiva de ésta.

El clima del lugar y la cultura determinan la arquitectura. Basta comparar una ventana oaxaqueña con una ventana-balcón en Cartagena de Indias o en San Juan, Puerto Rico, donde éstas se convierten en balcones de los que la gente sale, se comunica de acera a acera, platica. No es así en la ventana oaxaqueña, que permite asomarse sin estar en la calle propiamente.

Nos habla de una sociedad más introvertida que las sociedades tropicales donde se chismea mucho más abiertamente. Estas sutilezas, estas pequeñas diferencias entre los elementos arquitectónicos de uno y otro lugar son las que reflejan el carácter de cada sociedad y las especificidades que hacen de cada sitio un lugar único. La observación es importante como punto de partida de cualquier intervención; conocer a profundidad cuál es la intención con la que está construido cada elemento, pieza y material es fundamental para poder comprender a cabalidad la esencia del edificio.

Cuando el municipio de la ciudad de Oaxaca y la Fundación Alfredo Harp Helú tomaron la determinación de rescatar la casa ubicada en la esquina de Porfirio Díaz y Morelos para ponerla al servicio de la comunidad, estaba en un grado avanzado de deterioro y había sufrido múltiples adaptaciones según las necesidades de los ocupantes. Solo en el siglo XX albergó a la Escuela Normal para Profesores, al Hotel Segarra, al periódico El Fogonazo, a la papelería Quetzalcóatl y, a partir de 1989, a distintas dependencias del Ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca; entre otras, Tránsito Municipal. Una de las crujías del segundo patio, la que hacía colindancia con la casa contigua hacia el sur, se perdió y pasó a integrarse a Casa Víctor; también se perdió parte de las delimitaciones del segundo patio del lado norte hacia la calle de Morelos.

Son múltiples las causas del deterioro de un edificio: físicas y ambientales; adaptaciones inadecuadas por el cambio de uso; falta de mantenimiento; incuria, abandono y vandalismo. Todas estas causas, lamentablemente, afectaron de múltiples formas la estructura y fisonomía del inmueble. Los lineamientos que se siguieron para la rehabilitación estuvieron dirigidos a recuperar las características originales del edificio, en su tipología, materiales y procedimientos constructivos. La recuperación de sus cualidades formales fue más importante que las adaptaciones de detalle para recibir los nuevos usos programados.

Destaco como parte del proceso de la definición de uso del edificio la presencia de Sebastián van Doesburg, quien abogó por el concepto de un centro de investigación sobre la ciudad, más que un museo. Su labor como primer director de la Casa de la Ciudad fue fundamental para arraigar este centro a la comunidad. También reconozco el trabajo de Benjamín Ibarra en el equipo de proyecto y obra como un apoyo importante.

Fotografías cortesía del Archivo de Casa de la Ciudad.

En términos generales, las acciones más significativas de la intervención fueron el retiro de todos los elementos que distorsionaban la tipología original —estructuras de concreto y ladrillo que invadían el segundo patio y la doble altura de la escalera—, lo que permitió apreciar los patios y la escalera en su magnitud original. Restitución de todo el sistema constructivo del piso intermedio y la techumbre, incorporación de nuevas vigas de maderas nobles con la misma sección y manteniendo las separaciones originales. Este trabajo fue el más importante de la recuperación de la casa, puesto que permitió la rehabilitación de procedimientos estructurales del siglo XVIII: con ello se logra apreciar la calidad constructiva de la edificación. Un ejemplo de ello es la restitución del balcón exterior que recorre la fachada principal sobre la calle de Porfirio Díaz, que fue hecha con el mismo tipo de piedra y en su forma y magnitud original, reproduciendo todas las ornamentaciones que se perdían debido al desgaste por agua que amenazaba con el colapso de este elemento.

Otras acciones que se desarrollaron en la intervención podrían dividirse en distintos aspectos. Muros: la consolidación de muros; la recuperación de los vanos originales y cierre de los alterados; retiro y tapiado de puertas y ventanas posteriores. Aplanado de la totalidad del edificio. Impermeabilización de la cimentación. Pisos: retiro de pisos no originales, recuperación de los pisos y niveles originales, restitución de los faltantes en material, forma y dimensiones auténticas. Rehabilitación del sistema de canalización de aguas pluviales. Incorporaciones: piso de cemento blanco pulido en el interior de los cuartos; nuevo sistema eléctrico y de iluminación; iluminación museográfica; nuevo balcónpuente para llegar a los baños; nuevo diseño en madera de ayacahuite en puertas y ventanas exteriores e interiores, así como estanterías y mobiliario en la Biblioteca Andrés Henestrosa.

En última instancia, el respeto a la integridad del edificio y la recuperación de esta integridad perdida por las deformaciones que sufrió a lo largo de los años fueron los criterios que guiaron toda la intervención. Esta vieja casona al servicio de la ciudad puede presumir de tener íntegros sus materiales y procedimientos constructivos tradicionales.


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