Boletín FAHHO Digital No. 32 (Nov 2023)

Una casa amarilla para todos

Alan Vargas

La Biblioteca Andrés Henestrosa ha sido un punto focal de la literatura en Oaxaca, obviamente como centro de consulta, pero también como centro formativo. Una gran cantidad de los escritores oaxaqueños de hoy día han pasado por las salas de la Biblioteca cursando los talleres que se ofrecen desde su fundación. La oferta ha sido variada y horizontal.

Si quisiera enlistar aquí a todos los poetas y narradores que han compartido su oficio entre aquellas paredes, no terminaría nunca, pero podría mencionar a algunos: Kurt Hackbarth, Fernando Lobo, Efraín Velasco, Guadalupe Ángela, José Molina. Este último fue mi maestro y tuve la gran fortuna, también, de haber sido su amigo.

Aquí me detendré con una breve, pero íntima, digresión. La sala donde se realizan los talleres se llama, precisamente, José Molina, en honor a Pepe, uno de los más interesantes poetas de su generación, al que lo único que le importó fue la poesía. No el mundillo de la poesía, o la economía de la poesía, o los nubarrones de la poesía. La poesía. Pepe ya no ronda las salas de la Biblioteca, pero nos dejó una casa.

La Henestrosa ha sido una de las principales protagonistas en la formación de literatos, tanto operativos como especulativos. Una reunión de buenas voluntades al servicio de los libros. Un lugar donde más que trabajadores de una biblioteca, son amigos que, como es muy difícil observar hoy en día, están realmente interesados en que la literatura se convierta en un bien de primera necesidad. Gran fortuna que tenemos.

De todos los géneros y artes que la Henestrosa se encarga de enseñar y difundir, la poesía ocupa un lugar especial. Desde mi muy particular experiencia, no he conocido una institución en el país que tenga tanta tolerancia y genuino cariño al quehacer poético. Y cuando digo tolerancia me refiero a la ejercida a los poetas, porque somos difíciles. Pero en la Biblioteca saben cómo torearnos para, cual maestros de judo, utilizar el propio peso de la embestida y convertirlo en energía positiva. Eso. Un arte de judocas.

La Henestrosa cumple años y no puedo estar más agradecido y feliz. Ha sido mi casa durante más de diez años y he recorrido sus pasillos primero como lector, luego como alumno y ahora como tallerista. Me gusta considerarme un egresado de la Biblioteca que vuelve a su alma mater, con orgullo, a regresar un poquito de agua al cántaro. Aunque, a decir verdad, nunca me fui.

Larga vida a la Biblioteca Henestrosa, y muchas, muchas felicidades.