Editorial
Querido don Andrés:
Escribo esta carta porque hoy también me hubiera gustado invitarte a comer, con un buen mezcal, y escuchar las historias fabulosas que solías contarnos con una gracia inigualable, porque nadie mejor que tú sabía cultivar el arte de la conversación. Un día nos platicaste que cuando eras niño siempre comías pescado, y tu mamá ya no sabía de qué manera prepararlo: asado, hervido, frito, con ajo, con sal, en taco…, pero siempre era pescado; además, nunca hacías ejercicio y te gustaba tomar mezcal. Decías que por eso eras tan longevo. No sé qué otros secretos guardarías, pero lo mejor era cómo los contabas.
Pues bien, don Andrés, quiero contarte que hoy celebramos los 20 años de la apertura al público de tu biblioteca, el gran tesoro acumulado durante tu vida, como decías: “logrado con pobreza y no con riqueza”. Tus libros fueron seleccionados con un ojo agudo, adquiridos en oportunidades afortunadas y qué decir de aquellos ejemplares dedicados por tus amigos, que, por cierto, fueron muchos y significativos. Las palabras vertidas en estos libros te inspiraron y se volvieron parte de ti: eso mismo es lo que deseamos para nuestros lectores.
Recuerdo muy bien cómo forjamos aquel sueño. Fue un domingo que te pregunté: “¿Qué vas a hacer con tu biblioteca?” Convencido, me contestaste: “Quiero donarla al pueblo de México, pero no sé cómo”. Entonces respondí: “Confíe en mí, don Andrés”. Aceptaste. Cibeles y tus nietos estuvieron de acuerdo. Pediste otros apoyos y jamás llegaron, pero no importó, nos pusimos a trabajar. Freddy Aguilar se encargó de hacer un inventario de los libros, ¡logró meter en cajas más de cuarenta mil ejemplares!
Mientras tanto, el Ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca puso a disposición una bellísima casa ubicada en la esquina de las calles Porfirio Díaz y Morelos, que fue restaurada por el arquitecto Enrique Lastra. La Fundación Alfredo Harp Helú asumió el 50 % de la inversión y la operación completa de la organización del fondo bibliográfico. En siete meses logramos dejar lista la planta baja, con todo y libreros.
El anhelo se cumplió justamente el día de tu cumpleaños 97. Organizamos una gran fiesta llena de color y alegría. No sé de dónde salieron tantas paisanas del Istmo que, como siempre, llegaron bellísimas con sus trajes despampanantes con flores, sus joyas y su boca pintada de grana. Te abrazaban, te besaban y una de ellas dejó la huella de sus labios en tu mejilla, era como un trofeo, caminabas erguido, se te veía pleno en medio de un jardín de mujeres hermosas. Recorriste, satisfecho, los pasillos. Así lo hiciste notar en las palabras inaugurales: “Yo he querido que esta riqueza quede en la ciudad de Oaxaca, a la que pertenece por ser yo nativo de este ilustre estado, que tantos hombres distinguidos ha dado a México y entre los que se encuentran modelos que quise emular, a sabiendas de que me enfrentaba con enormes dificultades para alcanzarla. Un sueño, el penúltimo que tengo, que deseo ver realizado”.
Han pasado veinte años y la FAHHO sigue aportando los recursos para poner a disposición del público oaxaqueño tus sueños y tus libros. Desde entonces han sucedido miles de historias increíbles, porque tu biblioteca es un espacio vivo y todas las semanas se dan lugar encuentros, cursos, conferencias, conciertos y exposiciones. Nos reúne la palabra, el arte y la cultura; celebramos la poesía, la gráfica, la caricatura, la música, la historia, el pasado y el futuro. Tu decisión fue acertada, tus libros han fortalecido a las nuevas generaciones. No son páginas cerradas, son veneros que nutren el alma.¡Gracias don Andrés por confiar en los guardianes que seguimos custodiando tu memoria!
María Isabel Grañén Porrúa
Noviembre 2023