Boletín FAHHO Digital No. 28 (Jul 2023)

Educar es sembrar. Mufi, semillero de proyectos y grandes seres humanos

Luz Santiago

Cualquier largo viaje empieza con un pequeño paso.
Lao Tse

Hace algunos años, mientras escribía para este espacio de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, citaba la frase de James Cash Penney: “Los cinco dedos separados son cinco unidades independientes. Ciérralos y el puño multiplica la fuerza. Esta es la organización”. Esta cita desencadena numerosos pensamientos y evoca recuerdos que me hacen amar mi trabajo cada día. Hoy, luego de 12 años trabajando para la FAHHO en el Museo de la Filatelia, me gustaría compartir con ustedes esos recuerdos y experiencias —es que, al trabajar con niños, jóvenes y adultos, no dejan de sorprenderme—: observo cómo nuestro trabajo impacta y cambia vidas, me doy cuenta de que el arte es, realmente, una herramienta transformadora, y que en los museos está vivo, solo necesita ser descubierto.

Cuando iniciamos la planeación de un proyecto, ya sea un taller, una exposición, charla u otra actividad, la primera persona en la que pensamos es en ti. Tú haces que los museos sean espacios vivos, tú disfrutas de ellos, llenas los pasillos con risas y expresiones de sorpresa y asombro. Así, la importancia de evolucionar al mismo tiempo que el museo crece, invita a que reflexionemos sobre nuestra tarea como formadores o educadores y los vínculos que generamos con la comunidad en estos espacios. Porque, en general, los museos pueden considerarse espacios de experiencias enriquecedoras, de aprendizaje y socialización y, por lo mismo, constituyen recursos educativos muy valiosos, aunque, ojo: no se trata de convertir al museo, forzosamente, en un centro de aprendizaje, o que la necesidad primordial de todo el que nos visite sea la de aprender algo.

Acciones como otorgar al público la posibilidad de tomar la iniciativa para generar y crear propuestas de las que se pueda beneficiar; fomentar la participación y colaboración de los visitantes en la construcción del conocimiento, que sean tomados en cuenta; generar experiencias y saber qué se llevan de nosotros, construyen una red de diálogo que nutre a los profesionales del museo para continuar trabajando para su público. Sabemos que las experiencias nuevas generan mochila para la vida, como solía decir un maestro de mi época universitaria. Y esta frase es justo la semillita que sembró en mí: nos motivaba y contagiaba a comernos el mundo, a salir y vivir lo hermosa que es la vida, te encuentres en donde te encuentres, creando un sentido que te guíe a lo que más deseas.

Esto me recuerda lo terapéutico que puede llegar a ser el tomarse el tiempo para conocer a las personas que visitan el museo. Lo que me lleva a abrir un pequeño paréntesis para hablarles de Natalia Rojo Altamirano, una chica brillante, hermosa y talentosa, un gran ser humano que conocí en el primer taller que impartí en el Mufi.

Invitamos a Natalia a seguir asistiendo a los próximos talleres y, después de un par de años, comenzó como voluntaria en el museo; juntas, trabajamos arduamente en el desarrollo del teatro guiñol al que los niños venían una vez al mes a contagiarnos de su alegría y sonrisas con las historias “que salían de los timbres postales”. Natalia continuó en el museo con sus prácticas profesionales, servicio social y, finalmente, voluntariado. Ella obtuvo el grado de Médico cirujano y partero, y, actualmente, se prepara para su especialidad. Los puentes que crea la FAHHO son tan grandes que, durante el proceso de servicio social de Natalia, próxima a elegir licenciatura y una universidad, se enteró de la beca que la Fundación otorga a través de la Universidad de Monterrey, así que fue acreedora a la beca del 100 % para estudiar Medicina: recuerdo lo feliz y agradecida que estaba con todos aquellos que lo hicieron posible, especialmente con el corazón generoso de la Dra. María Isabel Grañén Porrúa y don Alfredo Harp Helú. Nuestra querida Nat aún nos visita en sus vacaciones.

Así hay muchas historias, todas diferentes, pero con una constante en particular: que el acto de educar es sembrar, sembrar amor, humanidad y conciencia. Nuestra comunidad nos ha enseñado el camino para brindarle las mejores herramientas posibles, hemos logrado ser un verdadero equipo y, al final del día, creamos un museo vivo.

Podría mencionar todas y cada una de las historias que hemos compartido con ustedes. “Mufi en tu comunidad”, por ejemplo, es un programa que nos ha regalado la oportunidad de observar con otros ojos la importancia de este trabajo, de vivir la hermandad con otras instituciones también preocupadas por su público, por aportar de manera desinteresada y sumar, siempre sumar, a personas maravillosas que iban iniciando, que ahora tienen grandes proyectos y que continúan sumando en cada experiencia. Gracias a ti, a ustedes, a los que ya no están y a los que apenas están llegando. Gracias, porque mi mochila para la vida está llena de historias que atesoro y que me animan a seguir trabajando y creando.

Si algo hemos aprendido a lo largo de los años es que todo está en constante transformación. En este momento, desde el área educativa, nos encontramos trabajando en la reestructuración del programa y del espacio físico dentro del museo. Estamos emocionados por convertir este lugar en un laboratorio de experimentación y construcción conjunta, y para esta tarea contamos con la colaboración de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México, donde jóvenes en formación descubren nuevas áreas de acción y con quienes emprenderemos una nueva visión de la filatelia y el arte. Todo esto con el objetivo de ofrecerte un espacio enriquecedor y vibrante, que te permita reflexionar y traspasar fronteras gracias a la filatelia.

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El Mufi me inspiró a…

El Mufi me inspiró a seguir explorando mi creatividad desde lugares que desconocía y que me llevaban a tomar la iniciativa con alegría y sorpresa en nuevos proyectos. Me permitió seguir cultivando mi capacidad de asombro y contemplación, cambiando mi perspectiva sobre la colaboración y el aprendizaje del arte en sus diferentes disciplinas, desde un acercamiento más sensible y humano.

Aprendí que la satisfacción del creador está en el proceso que conlleva tener una idea para después verla plasmada y hacerla realidad, no en el resultado que pueda tener su creación. Me enseñó que todo arte tiene un impacto tanto para quien lo crea como para el que lo contempla. El Mufi me inspiró a reflexionar sobre aquello que nos emociona y evoca sensaciones a las que podemos acceder únicamente gracias al arte, y, sea cual sea el motivo, es suficiente para buscar estar lo más cerca posible.

Edna Hernández Hernández, voluntaria del Mufi

P.D. Este artículo está dedicado a todas las personas que han visitado el Mufi durante estos 25 años, con quienes hemos compartido grandes historias; a los que ya no están y nos siguen acompañando en el corazón.


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