El reconocimiento de un paradigma
Siete años habían transcurrido desde la creación de Adabi, en 2010, cuando le fue otorgado, por la Secretaría de Gobernación, el Premio a la Trayectoria en la Investigación Histórica para el rescate de Fuentes y Documentos Manuel González Ramírez. Propuesto por el Archivo General de la Nación para recibir este reconocimiento, Adabi no pretendía buscar la gloria y la fama por su trabajo, algo que la doctora María Isabel Grañén, presidenta de la asociación, catalogaría como una labor “callada y silenciosa” en el discurso de entrega del reconocimiento Clavis Palafoxianum en 2013. Esa llave simbólica de la Biblioteca Palafoxiana con la que se le reconoce como impulsora del rescate del patrimonio documental de México le indicaba a la comunidad, preocupada por la conservación de la memoria, que Adabi tenía ya un conocimiento profundo para acometer dicha labor, que también fue reconocida con el XV Premio Banamex Atanasio G. Saravia de Historia Regional Mexicana (2012-2013). Este galardón bianual refrendó la posición única de Adabi en su objetivo de coadyuvar al rescate y organización de archivos históricos y bibliotecas con libros antiguos.
En 2013, Adabi recibió su primer reconocimiento internacional, el Premio UNESCO/Jikji Memoria del Mundo, otorgado por el gobierno de Cheonju, Corea, mediante la Oficina de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, lo que significó un hito no solo para la asociación, sino también para el premio mismo, pues era la primera vez que se daba a una instancia privada, además, también era la primera ocasión en que se le concedía a una organización del continente americano y que lo recibía una mujer.
Para respaldar todo este trabajo fueron enviadas a las oficinas de la unesco en París, por parte del Comité Memoria del Mundo México, las numerosas evidencias que acreditaban la labor de Adabi a lo largo de diez años en pro de la memoria de los mexicanos. Uno de los puntos clave para que este reconocimiento le haya sido otorgado fue la naturaleza de asociación civil, ya que el jurado consideró como insólita la proposición frente a los anteriores reconocimientos que se habían dado a proyectos de archivos nacionales de Europa y Asia. Como deferencia a Adabi, la asociación fue invitada dos veces más para participar en las mesas redondas paralelas al evento.
El premio UNESCO/Jikji trajo consigo el Certificado de Excelencia por The Best in Heritage Conference, otorgado por el Consejo Internacional de Museos y la organización Europa Nostra; en ese momento, esta conferencia era la única encuesta de las prácticas premiadas mundialmente sobre museos y conservación. El jurado determinó que Adabi era un modelo internacional a seguir, de entre los cientos de nominados, por su papel al animar a las comunidades a involucrarse en la conservación y preservación de su memoria.
El último reconocimiento que le ha sido otorgado a Adabi ha sido la Presea “San Rafael Guízar y Valencia” por parte de la Conferencia del Episcopado Mexicano, organismo colegial de los obispos mexicanos, quienes por este medio dieron constancia del impacto de la asociación en torno al rescate y organización de los archivos eclesiásticos que van desde los parroquiales hasta los de congregaciones religiosas y arzobispados.
Si bien la labor de Adabi no está encaminada a obtener reconocimientos, sí ha considerado que son relevantes para, precisamente, “persuadir” a instituciones y personas acerca de la importancia de la memoria que resguardan, de lo vital de su organización y difusión y del impacto social que generan las buenas prácticas archivísticas dentro de la comunidad.
Adabi es una asociación como pocas en el mundo, y tenemos la certeza de que el ejemplo dado con la labor diaria puede considerarse un paradigma dentro del rescate de la memoria, no solo de México, sino de todos aquellos interesados en su patrimonio documental en donde quiera que se hallen.