Tiempo dedicado al cuidado de la memoria
Si el tiempo encuentra su sentido en la eternidad,
entonces habrá que comprenderlo a partir de esta.
Martin Heidegger
Lo más importante del tiempo es lo que has hecho con él. Destinarlo a preservar y difundir la memoria de un municipio o un país es una labor digna de reconocimiento. Esa tendría que ser, por principio, una de las prioridades del Estado, pues sin memoria no hay destino. En México, por desgracia, no existe una cultura de conservación documental que lleve consigo la asignación de presupuesto suficiente para acciones de organización y mantenimiento de los archivos y bibliotecas. Esta fue la razón por la que hace veinte años se creó la asociación civil Adabi. El terrible abandono de invaluable documentación a lo largo y ancho del país generó en cuatro personas la conciencia y el compromiso por rescatarla, dos de ellas —la doctora Stella María González y el maestro Jorge Garibay†— con una trayectoria en instituciones públicas dedicadas a la preservación y difusión del patrimonio; ellos lograron motivar, gracias a su experiencia y un profundo conocimiento de la situación archivística del país, la participación del contador Alfredo Harp y la doctora María Isabel Grañén para coadyuvar en el cuidado de nuestra memoria histórica. Así surge Adabi, de este mutuo compromiso, de esta conciencia que ha dejado huella en múltiples instituciones, no solo en autoridades, sino en la valoración de los técnicos sobre su propio trabajo. Cuando surgió la asociación no existía la tan necesaria Ley General de Archivos —finalmente fue expedida en 2018— en la que se señalan los sujetos obligados a preservar nuestra memoria. Anteriormente, había que realizar una ardua labor de convencimiento para el rescate de los archivos.
En estos veinte años, Adabi se ha enfrentado a múltiples situaciones, ha entablado una comunicación enriquecedora y animosa con las autoridades y personas directamente involucradas en el cuidado del patrimonio, con quienes, a pesar del poco o nulo presupuesto, pero con entusiasmo, se ha logrado rescatar de ese abandono a la documentación: limpiarla, organizarla, guardarla apropiadamente y dejar un inventario que permita su consulta. En otras ocasiones, la asociación se ha topado con circunstancias menos afortunadas, donde los documentos se encuentran apilados en el suelo sin la menor protección o entre orines de ratas, heces de murciélagos, plagados de cucarachas, cerca de establos, debajo de tuberías a punto de romperse o, el caso extremo, en un cementerio: los documentos más valiosos de nuestra historia, las fuentes primarias, guardados en los lugares y condiciones más insólitos. A veces, incluso las personas responsables no llegan a dimensionar la importancia de la documentación que custodian. De todo hay, extremos positivos, negativos y muchos
puntos intermedios. Lo cierto es que diversas instituciones reconocen que hay un antes y un después de Adabi en materia de organización y conservación documental de los archivos.
Como parte de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca he sido testigo del largo caminar de sus filiales, entre ellas el de Adabi. La Fundación ha sido mi hogar y sus integrantes mis hermanos. Por ello, la invitación que me hicieron hace ya dos años para incorporarme al equipo de esta asociación fue una grata sorpresa. Adabi es una institución a la que le tengo, además de mi profundo respeto, un gran cariño. No solo porque siempre he sentido afinidad con sus objetivos y metas —reflejados en lo dicho líneas arriba—, sino porque en ella he encontrado a personas sumamente valiosas. En diversas ocasiones he festejado sus triunfos y he compartido la alegría que han provocado sus reconocimientos nacionales e internacionales, alguna exposición montada, un tesoro encontrado o la entrega de ejemplares de libros antiguos recién restaurados. El impacto de los frutos obtenidos en el país es verdaderamente sorprendente. Los mapas que presentaron en los festejos anteriores a estos veinte años dan cuenta de ello: una imagen sintetiza el esfuerzo de decenas de años de trabajo.
Como en las obras de Borges, la historia de la asociación conlleva múltiples relatos que se contienen unos a otros y donde todos los tiempos se conjuntan en uno solo. En el presente, Adabi rescata del pasado para mirar el porvenir, pero como diría Heidegger: “El tiempo solo existe como consecuencia de los acontecimientos que tienen lugar en el mismo. No hay un tiempo absoluto, ni una simultaneidad absoluta. El tiempo es aquello en lo que se producen los acontecimientos”. Esta última idea, que el autor retoma de Aristóteles, es justamente el motivo de la labor de Adabi: la recuperación de los acontecimientos que ocurrieron en determinado momento y que quedaron registrados en documentos y obras artísticas que milagrosamente permanecen hasta nuestros días. El ser en el tiempo, el ser ahí, el ser con otros. De ahí su incalculable valor.
Las acciones básicas pero constantes que ha realizado la asociación han marcado una diferencia significativa en el devenir archivístico de México. No cabe duda de que el rescate de archivos implica, por un lado, un fuerte compromiso y una clara conciencia histórica que permiten, en muchas ocasiones, hacer verdaderos sacrificios para salvaguardar el patrimonio. Por otro lado, demanda un interés genuino por preservar y dar a conocer esa documentación, por facilitar la investigación en términos de generar instrumentos de consulta que la hagan más inmediata, menos conflictiva.
Este incansable trabajo florece en productos concretos: archivos clasificados, documentos rescatados del olvido, libros ordenados o publicados, inventarios que dan cuenta del conjunto de hechos que resguarda un archivo: historias develadas que activan el interés por desentrañar los misterios que las acompañan. Es un verdadero honor formar parte de este equipo con una labor tan encomiable.