Maguey, el árbol maravilloso que todo nos da
Oaxaca, Oax.- El maguey es una de las plantas más completas que la naturaleza nos ha dado y una de las más emblemáticas de México. Cuando en el siglo XVI los europeos llegaron a territorio americano se deslumbraron por los magueyes, a los que llamaron árboles de los milagros o árboles maravillosos. El jesuita José de Acosta, en su Historia Natural y Moral de las Indias, escribía que “el árbol de las maravillas es el maguey, del que los nuevos o chapetones [es decir, los colonizadores recién llegados de España]… suelen escribir milagros, de que da agua y vino, aceite y vinagre, miel, arrope e hilo, aguja y otras cien cosas”.
El padre de la taxonomía (ciencia de la clasificación de los seres vivos), el sueco Carlos Linneo, en 1753 dio nombre a estas plantas maravillosas, eligiendo la palabra agave, que viene del griego, ἀγαυός, y que significa ‘noble’ o ‘admirable’. A pesar de que Linneo no estuvo en América, gracias a los ejemplares de agaves que le hicieron llegar, en su libro Species Plantarum aparece por primera vez este término, diferenciando así el linaje de estas plantas americanas de las sábilas y aloes de África y Arabia, que parecieran ser de la misma familia.
Alejandro de Ávila, en el texto del folleto de la exposición, cuenta que se pueden encontrar agaves —magueyes— desde el suroeste de los Estados Unidos hasta Colombia y Venezuela, incluyendo las Antillas y que “México es el país con el mayor número de agaves y Oaxaca es la región con la diversidad más alta de especies, muchas de ellas endémicas”.
El curador de la exposición narra que los textiles más tempranos que se han encontrado en Mesoamérica “parecen haber sido hechos precisamente con fibras de maguey. Se trata de pedazos de mecate y un fragmento de red hechos aproximadamente hace diez mil años que los arqueólogos encontraron en Guilá Naquitz, […] entre Yagul y Mitla”. Por esa misma zona también se hallaron huecos donde se horneaban piñas de agave y “bagazos de maguey cocido, masticado y escupido, que cualquier vecino reconocería como el dulce que se vende todavía los sábados en la Central de Abastos y otros mercados”.
En su narración, el también director del Jardín Etnobotánico de Oaxaca, Alejandro de Ávila dice que en estos restos encontrados “las cuerdas y la red anudada son parecidos a los que siguen usando los campesinos en Oaxaca, como lo ilustran varios ejemplos en esta exposición”. De esta forma, más de diez mil años después de que empezara a emplearse la fibra de maguey, el ixtle, para hacer textiles, en muchas zonas de México se siguen creando prendas y utensilios.
En Miel y vino, hilo y aguja: maravillas del maguey encontramos costales, morrales, redes, bolsas, sandalias, ayates…, muchas de estas piezas dejaron de hacerse, pero todavía hay algunas que se siguen produciendo. Así, podemos ver en la exposición objetos de varias zonas de México —Durango, Guerrero, Morelos, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, Chiapas y, por supuesto, Oaxaca— y también de Guatemala y Ecuador.
En la inauguración de Miel y vino, hilo y aguja: maravillas del maguey el director del MTO, Hector Meneses, dijo que durante años ha sido esta fibra, el ixtle, “menospreciada, olvidada y despreciada”. Ahora, como escribe Alejandro de Ávila, “los agaves son mejor conocidos por el mezcal que trae dinero y prestigio a Oaxaca, pero su fibra se sigue trabajando en varias comunidades del interior del estado, como en otras regiones de Mesoamérica, para producir tejidos gruesos que resisten los trabajos más rudos y que pueden ser tan delicados como para evocar la finura de una telaraña. Cuatro siglos después de Acosta, los agaves nos siguen maravillando”.
Colaboraciones especiales
En esta exposición hay dos colaboraciones muy especiales. Por un lado, el Jardín Etnobotánico de Oaxaca prestó los magueyes que acompañan la exposición. Si están interesados en adquirir algún ejemplar de estos “árboles maravillosos”, pueden dirigirse a este espacio situado en el Centro Cultural Santo Domingo.
Por otro lado, Francisca Pérez, trabajadora de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, donó dos piezas de su comunidad, Santa Cruz Zenzontepec: una red y una bolsa para tortillas. La red, de ixtle, es tejida por los hombres de esta población. Esta que se puede ver en el MTO es de tamaño grande, para que quepan las tortillas, “para el camino, para que los viajeros guarden la comida”.
Esta red “para el camino” está acompañada de un lienzo o bolsa para tortillas, que está hecha de algodón, blanco con coyuche, la cual se la regaló su madre a Francisca Pérez y que ya casi nadie hace en Santa Cruz Zenzontepec, sólo una mujer ya mayor las sigue tejiendo. Además de las tortillas, en la red y la bolsa llevan el chintextle (pasta hecha de chiles, semillas de calabaza, hierba de conejo y pitiona) y un paquetito de sal en forma de molote (sal de grano molida en metate con un poquito de agua, envuelta en hoja de maíz mojada en forma de tamal, que se pone a cocer en ceniza caliente toda la noche).
Pero no sólo se hacen redes para tortillas, se usan otras —de tres tamaños—; las más grandes se llenan con las mazorcas o la fruta y van como alforjas en los burros. También hay otras redes más pequeñas. Francisca Pérez cuenta que se tejen unas “chiquitas, para guardar los objetos de una persona cuando muere, con un tejido más fino y que se entierran con los difuntos”.
Más información
El Museo Textil de Oaxaca está situado en Hidalgo 917, en el centro de Oaxaca. El horario de visitas es: de lunes a sábado de 10 a 20 horas y los domingos de 10 a 18 horas. Esta exposición estará hasta mayo de este año.