Jugando a los conjuros y sortilegios
La autora colombiana Irene Vasco participó como docente del Diplomado Internacional en Promoción de la Literatura Infantil y Juvenil que imparte la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca en coordinación con la Universidad La Salle. Es formadora de lectores y jóvenes escritores desde hace más de veinte años, y su labor escritural se centra en la LIJ. En 2020 fue galardonada con el Premio Fundación Cuatrogatos por su libro La joven maestra y la serpiente. Cabe resaltar que el trabajo como promotora de lectura que realiza en comunidades nos muestra una gran labor social que ha dejado una importante huella en varias generaciones. A continuación, Irene nos comparte algunas estampas de su camino como escritora.
Decían que mi abuela era bruja. Yo la veía más bien como un hada. Me contaba las mejores historias del mundo y, aunque no había ido al colegio, era una formidable lectora. “Aprendí por los caminos”, me decía. Yo no ponía en duda sus palabras, entendía que todo había sucedido por arte de magia.
Entre cuentos y brebajes mágicos —para el dolor de muela, la tristeza, el canto afinado, la pereza o lo que fuera— crecí convencida de sus grandes poderes. Sabía que, más allá de la leche tibia con gotitas de miel, jarabe de cerezas y otras pócimas que me preparaba, si algo me aliviaba, eran las rimas, frases incomprensibles y palabras que sonaban a idiomas de duendes que ella pronunciaba durante el tratamiento. Por supuesto, todo me hacía efecto de inmediato.
Largos años más tarde, me convertí en librera. Por alguna extraña razón, según mis socias, a mí solo me gustaban los libros de magia, brujas, hechizos. Hacía la hora del cuento y dictaba talleres a los niños que acudían a la librería, seleccionando lo más misterioso del inventario. Los proveedores conocían mis gustos y llegaban cargados de hermosos libros con secretos milenarios que yo compraba a ojo cerrado. Nunca eran suficientes para mí.
Tanta era mi pasión por los libros arcanos que los amigos comenzaron a regalarme algunas joyas de sus colecciones o hallazgos de sus viajes; todo servía para alimentar los talleres y las horas del cuento. Pero tampoco era suficiente. Los niños y yo necesitábamos más palabras mágicas, más conjuros para convertirnos en animales, hacer llover o volvernos invisibles. En esta búsqueda llegó a mis manos un precioso libro en francés: Enchantements et sortilèges, magistralmente ilustrado por Monika Beisner. “Esto es, esto es”, me dije, y llevé el ejemplar a mi siguiente taller. Pero, a pesar de la belleza, los encantamientos no funcionaban en castellano.
En ese momento nació Conjuros y sortilegios, mi segundo libro, y uno de los más queridos. Durante dos años me dediqué a jugar con las palabras, leyendo y releyendo los cuentos de hadas y Las Mil y Una Noches. Volví a las páginas de Astérix el galo, uno de mis personajes favoritos, para descubrir la pócima del druida. Así, de a poco, el catálogo de hechizos tomó forma. El libro fue publicado por primera vez en 1990, de la mano cuidadosa de la editora Margarita Valencia e ilustrado por Cristina López. Actualmente, 32 años después, su reedición forma parte del catálogo de Panamericana Editorial, y cuenta con ilustraciones de Juanita Isaza. Allí resuenan las palabras de mi abuela, invocando al duende chicle para que la sopa se convierta en pastel.
Colofón: Mi nieta Luana se debate también entre mi afirmación de que su abuela es bruja y su certidumbre de que más bien es un hada.
Si quieres saber más sobre la obra de esta autora te invitamos a visitar su página oficial: https://www.irenevasco.com/
* https://beneylu.com/pssst/es/irene-vasco-y-el-amor-por-lectura/