EL CÓDICE DE YANHUITLÁN, COMPLETO DESPUÉS DE TRES SIGLOS
No hay duda de que entre los grandes logros intelectuales de los artistas mixtecos prehispánicos estaba el manejo de una escritura pictográfica de una enorme versatilidad y sensible belleza estética. Los más espectaculares ejemplos de ella se ven en los pocos libros (códices) que sobrevivieron la violencia de la conquista, el desprecio o el olvido. Son grandes obras. Dignos integrantes de la literatura universal y testimonios de una gran cultura humana, por su calidad artística y por la grandeza de sus temas. Algunos son los únicos sobrevivientes de un género, como el Códice Vindobonensis (hoy en Viena), el cual nos habla del origen del mundo, de los dioses, de las plantas, rituales y lugares. El Códice Bodley (hoy en Oxford) narra más de cinco siglos de historia política de los linajes gobernantes de la Mixteca con profusos detalles y gran precisión. Otros, como el Códice Laud (también en Oxford), contienen las tablas usadas para la adivinación y la interpretación de los signos. Es difícil no sentir admiración y sorpresa al ver estas obras, asombrarse por el colorido, la composición, los interminables detalles y la fineza de su ejecución. De inmediato se vuelve obvio que estamos ante una muestra de ingenio, de intelecto y de una gran habilidad técnica.
Los revuelos y turbaciones de la conquista y los subsecuentes ajustes en la sociedad mixteca interrumpieron el traspaso de este conocimiento muy especial, cuyo manejo requería años de entrenamiento. Sin embargo, durante quizá sesenta años después de la conquista se siguió usando esta escritura en los palacios y templos de la Mixteca, hasta que finalmente cedió lugar a la escritura latina alfabética (por supuesto para escribir en mixteco o en náhuatl). A veces sentimos que su uso es a propósito, como en el caso del Códice Selden (también en Oxford, ¡caray!), que no demuestra la mínima influencia de la cultura española, como si estuviera negando la realidad colonial, aunque su manufactura se fecha en la década de 1560. Sin duda, el gobernante que lo encargó deseaba demostrar o resaltar la continuidad desde tiempos prehispánicos, escogiendo, por lo mismo, la forma más tradicional para barrarla.
Una respuesta completamente distinta a esa realidad traumática se expresa a lo largo de las páginas del Códice de Yanhuitlán, elaborado a mediados del siglo XVI. Este códice, cuya primera parte —la más extensa, compuesta de 12 folios, fue descubierta en 1891 en Puebla— contiene composiciones pictográficas de un gran poder expresivo. Pero en lugar de aferrarse a las técnicas, imágenes y la temática de la época prehispánica, sus autores crearon una obra novedosa, hasta atrevida. En vez de acudir al formato tradicional del libro en forma de biombo, hecho a partir de una larga tira de cuero o papel, este códice consiste de hojas sueltas, como un libro europeo. Los signos convencionales mixtecos adquieren volumen mediante recursos estilísticos europeos como el sombreado, el traslape y una incipiente perspectiva. Y más notable: en su temática aparecen los temas del mundo colonial sin ningún disimulo. Al contrario, sentimos que es la intención de los autores insertar el libro en la dinámica de la colonia, comunicarnos con ella. A todas luces fue su intención crear un libro “moderno” mixteco, tanto en apariencia como en contenido. Aparte de algunos temas más tradicionales, las imágenes extraordinarias incluyen retratos de un fraile dominico y del obispo de Antequera, del encomendero, de la conquista, de la iglesia de Yanhuitlán y de trabajos forzosos. Estas imágenes han ilustrado innumerables libros y estudios sobre la historia de la Mixteca y se han vuelto referencias gráficas obligatorias.
Desde 1947 se sabe que existe otro fragmento del códice, conservado en un expediente del Archivo General de la Nación. Curiosamente, las cuatro hojas están cosidas en un expediente que consta de copias de papeles referentes al cacicazgo de Tututepec en la Costa. Esto se explica porque el cacicazgo de Yanhuitlán y el de Tututepec llegaron a finales del siglo XVII a manos de los caciques de Teposcolula, quienes juntaron las hojas del códice con los papeles de Tututepec.
En 2007 supimos de la existencia de un tercer fragmento de tres hojas, en manos de una familia de la Ciudad de México. También aquí las hojas están cosidas con papeles referentes al cacicazgo de Tututepec, por lo que pensamos que se trata de otro expediente armado en Teposcolula. Este tercer fragmento no era del todo desconocido. Se sabía que el historiador oaxaqueño Manuel Martínez Gracida ya lo había visto y parcialmente copiado en la época de Porfirio Díaz. Sin embargo, del original no había quedado rastro. Después de varios años de negociaciones discretas, un grupo de personas comprometidas con el patrimonio oaxaqueño juntó los fondos para su adquisición y, en 2013, se hizo el traslado a Oaxaca, a las instalaciones del taller de restauración de Santo Domingo.
Para celebrar el regreso del tercer fragmento a Oaxaca, la Biblioteca Francisco de Burgoa exhibirá, a partir del mes de noviembre, las tres partes del Códice de Yanhuitlán reunidas de nuevo después de tres siglos. Es una ocasión excepcional para conocer uno de los más famosos documentos pictográficos de la cultura mixteca, para verse cara a cara con este testimonio del dramático episodio de la colonización de la Mixteca y comprender la activa dinámica mixteca para hacer de nuevo sentido de la vida bajo las condiciones de la realidad colonial.
La exposición se organiza con la colaboración del Archivo General de la Nación, de la Secretaría de Gobernación, la Biblioteca Francisco de Burgoa, la UABJO y la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.