Boletín FAHHO Digital No. 39 (Jun 2024)

La gratitud es la memoria del corazón

Vanessa Méndez

El pasado miércoles 22 de mayo, la Asociación de Tehuanos radicados en la Ciudad de Oaxaca rindió un homenaje a don Alfredo Harp Helú y a la doctora María Isabel Grañén Porrúa por el apoyo invaluable en el rescate y conservación de casas tradicionales y monumentos históricos afectados por los sismos del 2017. Todo ello al ritmo de la música tradicional, con lo que celebraron que hoy día los habitantes de Santo Domingo Tehuantepec pueden disfrutar el embellecimiento de su ciudad, la cuna y centro espiritual de la cultura zapoteca del Istmo.

“El barrio de la infancia tiene un lugar especial en la memoria”, fueron las palabras de la Sra. Martina Escobar Montero de Aguilar, presidenta de la Asociación de Tehuanos radicados en la Ciudad de Oaxaca, con las que trajo a la memoria de las y los presentes los momentos de su niñez, las calles que recorrieron por años, la casa de los tíos, de los abuelos y el devastador sentimiento al contemplar todos aquellos recuerdos hechos escombro.

Los sismos del 2017 dejaron marcado al Istmo de Tehuantepec. Casas, parques y monumentos se vieron gravemente afectados, y, por consiguiente, sus habitantes. Los apoyos comenzaron a llegar de todas partes: agua potable, alimentos enlatados, material de curación. La población tenía la necesidad de reponerse y aceptaron todo el apoyo posible; sin embargo, fueron los esfuerzos de don Alfredo Harp Helú y la doctora María Isabel Grañén Porrúa, por medio de la Fundación, los que realmente marcaron la diferencia, pues entendieron que no solo se trataba de reconstruir casas, sino de preservar la cultura y patrimonio del Istmo de Tehuantepec, así como de conservar la calidez de su gente al brindarles una vivienda en la cual pudieran sentirse de nuevo como en casa, con paredes de adobe y biliguanas para conservar su frescura. De igual manera pensaron en los parques, los archivos documentales y, sobre todo, en los monumentos, como el Exconvento Dominico Rey Cozijopi, del siglo XVI, que ahora también alberga la Casa de la Cultura y que durante la restauración dejó al descubierto murales increíbles que se habían pasado por alto durante años. Calles, callejones y fachadas fueron restaurados, al mismo tiempo que distintos programas sociales fueron implementados, todos con el objetivo de ver brillar nuevamente a la comunidad.


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