Boletín FAHHO Digital No. 40 (Jul 2024)

La Biblioteca Fray Francisco de Burgoa y mi llegada a Oaxaca

Michael Swanton

A mi madre le pareció sumamente chistoso. Tanto ella como mi abuela eran bibliotecarias: la casa en la que crecí estaba llena de libros organizados según el sistema decimal de Dewey. Cuando era niño, y después adolescente, juré repetidamente que nunca jamás sería bibliotecario. Y, sin embargo, había aceptado un puesto en 2005 en la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa. Es cierto que no era un puesto de bibliotecario, pero aun así estaría trabajando en la biblioteca más importante y hermosa de Oaxaca. Fui coordinador de proyectos lingüísticos. A mi madre, comprensiblemente, le parecía una especie de destino kármico.

Durante varios años, antes de julio de 2005, había vivido en Leiden, una pequeña y encantadora ciudad holandesa con una antigua universidad, donde realizaba mis estudios de posgrado en lingüística y filología de ciertas lenguas mesoamericanas de la Mixteca. Con estos antecedentes, sabía algo sobre la imprenta temprana en la Nueva España cuando llegué a la Biblioteca Burgoa. Sin embargo, mis seis años en este espacio me brindaron una educación única y extraordinaria sobre este tema. No sólo estuve rodeado de libros impresos por Juan Pablos, Antonio de Espinosa, Pedro Ocharte y Pedro Balli, sino que aprendí sobre este tema de la mano de la enérgica y joven directora de la Biblioteca, la Dra. María Isabel Grañén Porrúa, una de las mayores especialistas mundiales en este tema.

Grañén Porrúa también me dio mucha libertad para realizar proyectos sobre las lenguas de Oaxaca. Era una señal de confianza o tal vez me estaba poniendo a prueba. Mi proyecto principal, que continúa hasta el día de hoy, fue tender puentes entre la academia, especialmente desde la lingüística y la filología, y la sociedad oaxaqueña mediante eventos académicos, docencia e investigación. Creo firmemente que los académicos podemos contribuir a Oaxaca y que Oaxaca puede ser —debe ser— un productor de conocimiento académico, no solo un sitio para el trabajo “de campo”. Así que busqué colegas con ideas afines para colaborar en esto.

Con la lingüista zapoteca Aurea López, del INAH, creamos el Seminario Lingüístico de Oaxaca (SOL), un foro lingüístico experimental para hablantes de lenguas oaxaqueñas. Con Sebastián van Doesburg, entonces director de la Casa de la Ciudad, y Alejandro de Ávila, director del Jardín Etnobotánico de Oaxaca, trajimos en 2006 el Coloquio de Lenguas Otomangues y Vecinas (COLOV) desde su lugar de nacimiento en la Universidad de California, Berkeley. Luego se convirtió en un evento bianual oaxaqueño, que se celebró en la Biblioteca Burgoa en 2008, 2010 y 2012, tal como en 2006. Para entonces, el COLOV estaba claramente consolidado como el evento académico más importante dedicado a las lenguas de Oaxaca. Como coordinador de proyectos lingüísticos de la Biblioteca, di clases en la Escuela Normal Bilingüe Indígena de Oaxaca (ENBIO) en Tlacochahuaya, así como en la licenciatura de antropología en el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO, asimismo participé en el Comité Interinstitucional para las Culturas y Lenguas de Oaxaca (CICLO).

Con la orientación de la Dra. Grañén Porrúa y Penélope Orozco, colaboré en las exposiciones de la Burgoa. Para mí, una de las más memorables fue “Tutu Ñudzavui: La escritura mixteca desde la colonia al siglo XXI”, inaugurada el 17 de abril de 2010 durante el sexto COLOV. La exposición, con cédulas bilingües en mixteco y español, reunió una muestra extraordinaria de impresos y manuscritos escritos en mixteco desde 1568 hasta 2008 gracias a la participación de la Biblioteca Palafoxiana en Puebla, la Biblioteca Pública del Estado de Oaxaca, el Archivo Histórico del Poder Judicial de Oaxaca, el Archivo Parroquial de San Pedro y San Pablo Teposcolula y la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.

Fue en la Biblioteca Burgoa donde desarrollé un método para estudiar paralelamente las lenguas mesoamericanas vivas y los textos antiguos. Estudié y documenté el mixteco, ixcateco y náhuatl mientras trabajaba en textos tempranos en estas lenguas.

El mixteco, en particular, se convirtió en un tema importante de este método, ya que trabajé sobre esta lengua viva tanto en los pueblos como en la propia Biblioteca, al mismo tiempo que estudiaba la extraordinaria Doctrina Christiana en lengua mixteca de fray Benito Hernández, de 1568, que marcó el inicio de la escritura alfabética en esta lengua. En la Burgoa pude oír hablar mixteco y consultar el ejemplar de este primer impreso, uno de los más completos del mundo. Al encontrarme tan cerca de las lenguas vivas y de los textos tempranos, mi estancia en la Burgoa me alejó de las reflexiones teóricas hacia una práctica más aplicada y socialmente comprometida de estas disciplinas.

Seis años después de aceptar el cargo en Burgoa, acepté otro: participar en la creación de lo que sería la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, ubicada en el Centro Cultural San Pablo, sede de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca. Aunque los acervos son de naturaleza distinta, la Burgoa fue mi referente para la Juan de Códova. Así fue como dejé la Burgoa en 2012 para dedicar mi tiempo a este nuevo proyecto; no obstante, la gran y hermosa biblioteca de Santo Domingo fue mi primera educación académica en Oaxaca y es mi referencia principal para mi labor en la Córdova. No puedo imaginar qué sería de la investigación en Oaxaca sin la Burgoa. Por eso me alegro cada vez que vuelvo a las aulas, llenas de recuerdos, de la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa.


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